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lunes 13 mayo 2024
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Cuando Ortega y Gasset conoció a Unamuno

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Cuando Ortega y Gasset conoció a Unamuno

 

 

MIGUEL DE UNAMUNO COLABORÓ CON ORTEGA Y GASSET EN LA REVISTA ‘FARO’. LA AMISTAD DURÓ UN AÑO. PRONTO SURGIERON LAS DISCREPANCIAS PROPIAS DE DOS GENERACIONES DIFERENTES

 

 

1.- Los inicios editoriales de José Ortega y Gasset

2.- Ortega y Gasset quiere contar con Miguel de Unamuno

3.- La ruptura entre Ortega y Gasset y Unamuno

4.- La visión de Eduardo Zamacois

5.- Respeto mutuo

 

1.- LOS INICIOS EDITORIALES DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET

José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno se conocieron en 1908. El primero tenía 25 años y 44 el segundo. Uno, pensador curtido; el otro, joven filósofo recién llegado de Alemania con una formación europeizada. La diferencia de edad era la suficiente como para considerar que, mientras Unamuno constituía una pieza clave de la Generación del 98, Ortega ya apuntaba a la del 14, lo que fue causa de sonoros desencuentros.

El 17 de febrero de aquel año, Ortega da comienzo a una frenética actividad editorial. Crea la revista Faro, a la que seguirá la fundación de otras publicaciones de gran tirada, como España en 1915, El Sol en 1917, Revista de Occidente en 1923 o Crisol y Luz en 1931. Conocía el mundo de la tipografía. Ya de estudiante colaboraba en Los Lunes del Imparcial, fundado por su abuelo Eduardo Gasset y Artime, de la que era director su padre, José Ortega Munilla. Y en ese momento seguía escribiendo sus habituales artículos en El Imparcial, que formaba parte del gran grupo editorial Sociedad Editorial de España, cuando Enrique Gómez Carrillo era el redactor jefe.

Según Eduardo Ortega y Gasset, hermano del filósofo, el auténtico promotor de la revista Faro fue su tío Ramón Gasset y Chinchilla, contando con la decisiva aportación del empresario Martín Echegaray, quienes nombraron director al liberal Bernardo Rengifo y Tercero, posterior senador por la provincia de Salamanca, que contaba como redactor jefe con Manuel Troyano y Riscos. Éste se reincorporaba al periodismo después de ejercer el cargo de senador por la provincia de Sevilla y de ser director de España, el periódico conservador de Antonio Maura.

 

2.- ORTEGA Y GASSET QUIERE CONTAR CON MIGUEL DE UNAMUNO

Ortega quiere contar con las mejores firmas, Unamuno entre ellas. El 17 de febrero le envía una carta invitándole a participar en su nueva revista, de la que destacaba su carácter independiente. Pasado un mes, el Rector le responde proponiéndole una colaboración habitual y una remuneración elevada, lo que Ortega no acepta.

No obstante, Unamuno envía el artículo Por el estado de la cultura, clasicismo del Estado y romanticismo de la región, por el que recibe 120 pesetas, una cantidad muy superior a la que podría esperar de cualquier otra publicación. Por ello, no duda en manifestar a Ortega su deseo de seguir colaborando con él: “Tengo que decirle que he quedado muy satisfecho de cómo se ha portado conmigo Faro. Es, hasta hoy, lo más que se me ha pagado por un escrito en España. Y ello me anima a proseguir”.

En su decisión también contribuyó le presencia en la redacción de Manuel Troyano, al que conocía por haber fundado la Asociación de la Prensa de Madrid en 1895 y por la talla de sus editoriales políticos. De él Unamuno dijo: “En una ingente labor anónima, fue en algún tiempo el más poderoso formador de opinión política pública en España y el que más influía hasta en la esfera del Gobierno”.

La duración de la revista Faro, que tuvo carácter semanal, fue muy corta. Solamente un año. Contó con 54 publicaciones, que eran elaboradas en los talleres de El Imparcial. Cada ejemplar salía con doce hojas a cuatro columnas, que llegaron a dieciséis. El primer número apareció el 23 de febrero de 1908 con un artículo de presentación a cargo de Manuel Troyano y el primero de Ortega y Gasset, titulados Razón de Vida y La Reforma Liberal, respectivamente. Troyano la definía como “un instrumento de vigorización cerebral del país”. En ella participaron escritores de dos generaciones literarias, como Francisco Giner de los Ríos, Ramón Pérez de Ayala, Enrique Díez-Canedo…

 

3.- LA RUPTURA ENTRE ORTEGA Y GASSET Y UNAMUNO

Desde el mencionado primer artículo de Ortega, Reforma Liberal, éste abogó por una línea pedagógica de la política que condujera a los lectores a reclamar una reforma de la Constitución de corte liberal. Pero, debido a su juventud, lo hacía con cierta petulancia y aires de superioridad, lo que le condujo a un previsible choque con Unamuno. El Rector era partidario de debatir sobre cuestiones sociales y de que no se creara una casta de intelectuales para hacer política al margen de los políticos. Pero, Ortega quiere justificar su posición y le escribe: “Yo aspiraba a dar un tono social al semanario y ya sabe cómo andamos en esta tierra para escoger. No hay lo mejor ni lo bueno. No hay donde elegir”. En realidad, el talante de los dos era el mismo, únicamente variaba la edad.

Por otra parte, un grupo de escritores franceses, encabezados por Anatole France, acusa a España de constituir “la barbarie intelectual” de Europa, lo que fue duramente contestado por Azorín en su habitual columna de ABC. En cuanto que Unamuno tuvo conocimiento de la polémica, escribió una carta de apoyo a Azorín en la que le decía: “Bien, muy bien. Es hora de reaccionar. Son muchos aquí los papanatas que están bajo la fascinación de esos ‘europeos’. Hora es ya de decir que en muchas cosas valemos tanto como ellos y aún más. Dicen que no tenemos espíritu científico. ¡Sí tenemos otro! Que inventen ellos y lo aplicaremos nosotros. Acaso eso sea más señor”.

Aquella carta era de carácter privado, pero ABC la encontró lo suficientemente interesante como para no dejar de publicarla, lo que hizo el 15 de setiembre de 1909. Ortega y Gasset se dio por aludido y contestó en El Imparcial con su artículo Unamuno y Europa, una fábula, en el que decía : “Yo soy plenamente, íntegramente, uno de ésos papanatas que están bajo la fascinación de esos europeos” y añadía frases como “filosofía soez”, “rompe las reglas de la buena educación”, “energúmeno español”, “hemos pensado si el matiz rojo y encendido de las torres salmantinas les vendrá de que las piedras venerables aquellas se ruborizan oyendo lo que Unamuno dice cuando a la tarde pasea por ellas”… La discordia estaba consumada.

 

4.- LA VISIÓN DE EDUARDO ZAMACOIS

Respecto a las discrepancias entre Ortega y Gasset y Unamuno, el novelista Eduardo Zamacois no veía entre ellos ninguna diferencia ideológica, sino meramente retórica, la excesiva facundia que ambos exhibían: “Generalmente, los grandes escritores son hombres de escasa conversación, por aquello de llevar la lengua en la pluma. Empero a Unamuno, que fue la personalidad más fuerte de la época, le gustaba hablar, y lo hacía sin tasa. El origen de la secreta antipatía que le profesaba Ortega y Gasset, que también se pirraba por hablar, era ese. Sé de buena tinta que, siempre que Unamuno iba a la Revista de Occidente, Ortega se marchaba de la redacción para no perder el derecho a opinar.

Oír a don Miguel era leer un libro cuajado de atisbos geniales. Por lo mismo, llega un momento en que el lector, fatigada su atención, hubiera deseado cerrar el libro. Imposible. Unamuno era un libro incerrable. Si el autor de Contra esto y aquello, su libro más él, tomaba la palabra, no había manera de quitársela. Maridando unas ideas con otras charlaba interminablemente de literatura, de historia, de política, y de la España que amó tanto y que, para mejor conocerla, había recorrido a pie.

A veces solía interrumpirse para explicarse la raíz griega o latina del vocablo que acababa de utilizar, y seguidamente reanudaba su soliloquio sin dirigirse a nadie, como si aquella explicación se la hubiera dado a sí mismo. Todo le cautivaba y para todo tenía una apostilla”.

 

5.- RESPETO MUTUO

En relación a las desavenencias entre Unamuno y Ortega y Gasset, merece ser destacado el contexto en el que se producían, siempre en el papel. Los artículos que se cruzaban entre ellos eran auténticas invectivas. Ortega los cargaba de palabras como ‘morabito’, africanista, ‘energúmeno’, ‘ornitorrinco’… Unamuno era más práctico. Sencillamente, escribía como hablaba a los amigos en una tertulia, era un monólogo más, a veces, sin refinar.

El salmantino Federico de Onís, discípulo de Unamuno, publicó un artículo de 1956 en la revista Asonante de Puerto Rico en el que ponía de relieve que las relaciones entre los dos pensadores ya se adivinaban conflictivas desde el principio: “Es significativo este reconocimiento inmediato por parte de Unamuno del joven Ortega, que en 1904 no había escrito más de cinco artículos. Y lo es también el hecho de que en esta relación epistolar Ortega muestra una actitud de respeto hacia el maestro, al mismo tiempo que una independencia en la que ya están claras las divergencias que habían de hacerles incompatibles”.

En ningún caso hubo un enfrentamiento personal directo. Incluso, Unamuno siempre le llamó ‘amigo’. En una carta de 23 de diciembre de 1922 que escribe a Azorín, entonces avezado cronista parlamentario, le manifiesta: “¿Qué se retire usted de la política? No, eso no se lo aconsejaré yo nunca, y menos a nombre de esa quisicosa que llaman la aristocracia intelectual. No sé si el amigo Pepe Ortega y Gasset se lo aconsejaría, recomendándole el primor de hacer así estilo y hasta de educar al pueblo políticamente”. Por tanto, muchos años después, el Rector dejaba constancia de que a Ortega y Gasset seguía llamándole “amigo Pepe”.

 

 

 

Miguel de Unamuno (CMU)

 

José Ortega y Gasset

 

 

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