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lunes 7 octubre 2024
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Los años de Ángel Pestaña en Béjar y Barcelona

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Los años de Ángel Pestaña en Béjar y Barcelona

 

(Portada. Tercera Internacional Comunista. En el estrado, Lenin da un discurso)

 

EL SINDICALISTA ÁNGEL PESTAÑA ROMPIÓ CON LOS COMUNISTAS TRAS ENTREVISTARSE CON LENIN EN MOSCÚ. EL PARTIDO FALANGE ESPAÑOLA PRETENDIÓ LLEGAR A UN ACUERDO CON ÉL

 

1.- La infancia de Ángel Pestaña

2.- La emigración: Segovia y Béjar

3.- Disputas familiares en Béjar

4.- La temprana muerte de su padre

5.- El pistolerismo en Barcelona

6.- Ángel Pestaña en Rusia

7.- Atentados contra Ángel Pestaña

8.- Ángel Pestaña en el Ateneo de Madrid

9.- Ángel Pestaña crea el Partido Sindicalista

10.- Sorprendentes negociaciones con Falange Española

 

 

1.- LA INFANCIA DE ÁNGEL PESTAÑA

Ángel Pestaña Núñez fue miembro del Congreso de Diputados por la provincia de Cádiz durante la República y secretario general de la CNT. Era austero y moderado, pero con carisma, lo que le costó sufrir varios atentados de los extremistas. Carente de estudios y autodidacta tenaz, su vida se desenvolvió entre las más altas instancias políticas y culturales, llegando a recibir la visita del científico Albert Einstein dos años después de que éste fuera galardonado con el premio Nobel. Sin embargo, su infancia no pudo ser más sombría, como él mismo frecuentemente relataba.

Era originario de Santo Tomás de las Ollas, anejo de Ponferrada a la que hoy se une por una avenida que lleva su nombre. Su padre, Blas Pestaña, procedía de la zona minera de Cubillos del Sil. Su madre, Masita Núñez, también era natural de Santo Tomás, donde vivieron con estrecheces con su otra hija, Balbina, hasta que la llegada del ferrocarril acabó con la escasa industria local, abocando a la familia a trasladarse sin rumbo fijo en busca de trabajos esporádicos.

 

2.- LA EMIGRACIÓN: SEGOVIA Y BÉJAR

Su padre no quería seguir siendo jornalero y probó suerte en Segovia como pequeño contratista. Pero, fracasó por las maquinaciones de un desaprensivo ingeniero que se confabulaba con el propietario de la obra. Con mala fe, certificaba mediciones inferiores a las ejecutadas para que su mandante abonara al constructor cantidades inferiores a las reales.

Blas Pestaña no podía pagar a los obreros a su cargo, que protestaban y se negaban a seguir trabajando. Las discusiones con el ingeniero resultaron estériles. Hasta que un día le aguardó en un bosque a que pasara en su caballo. En un arrebato, le descerrajó tres tiros con la intención de matarle, pero sólo consiguió que una bala le arrancara el sombrero de la cabeza y que lograra huir fustigando con fuerza al animal. La familia Pestaña se vio obligada a poner tierra por medio. Entonces su hijo no era consciente de lo que ocurría. Oyó contar aquel suceso a su padre más tarde. Era tan pequeño que sus primeros recuerdos se remontan al siguiente destino, la textil Béjar.

Por su condición de antiguo minero y la experiencia adquirida en los túneles de Canfranc y Pajares, Blas Pestaña llegó a Béjar en 1889 con el fin de participar en las labores previas a la apertura del ferrocarril de la línea Plasencia-Astorga. Se trataba de parte de un proyecto aprobado cinco años antes que finalizó en 1894, demorándose la inauguración dos años más.

La ejecución fue realizada por los franceses Papot y Plachard, a quienes el escultor Mateo Hernández conoció siendo niño en su casa, porque algunas veces visitaron a su padre Casimiro por su profesión de cantero. Aquella obra supuso un hito insuficientemente ponderado en la Historia de la Ingeniería de la época. Un puñado de mineros tuvo que horadar día y noche, a pico y pala, una gran colina de granito para construir un intrincado túnel de unos 400 metros que transcurría por el subsuelo de la ciudad, atravesando la Plaza Mayor a 50 metros de profundidad, ayudándose de barrenos y peligrosas voladuras. Todo un desafío.

 

3.- DISPUTAS FAMILIARES EN BÉJAR

Los Pestaña se alojaron en una sencilla pensión del casco antiguo, desde donde el padre descendía diariamente por un sendero a la boca del tajo. Allí, el transcurrir de los días le resultó arduo al pequeño Ángel. Súbitamente se quedó ciego sin que los médicos dieran con el remedio. Tuvieron que acudir a una curandera, que le aplicó un tratamiento a base de oraciones y continuas refriegas en los ojos con un azúcar sin refinar que le ocasionaba fuertes escozores en los párpados. Pero increíblemente, recuperó la visión. Justamente, para retener en su pupila el segundo recuerdo imborrable que de Béjar le quedó. Su madre se fue y se fue para siempre.

Tuvo que presenciar las continuas disputas de sus progenitores, que con frecuencia terminaban con la agresión del padre a la madre. Una noche, su madre le despierta tapándole la boca, diciéndole que no hiciera ruido porque se iban con su hermana Balbina. Con el niño de la mano y la niña en jarras se encaminaron a la Plaza Mayor, donde suben a una diligencia de línea regular con la intención de llegar a Palencia. Después de pagar el importe y de haberse acomodado, apareció el padre, que empezó a gritar queriendo agredir a su mujer en medio de una gran escandalera, que sobresaltó al vecindario. Los demás pasajeros lo evitaron, pero no pudieron impedir que los tres descendieran del carruaje y regresaran.

Pocos días después, aprovechando que el padre hacía un turno de noche, su madre repitió el intento. Se marchó con su hermana. Pero, esta vez, Ángel no se enteró. Sin duda, prefirió abandonarle para serle más fácil la huida que había tramado con uno de los huéspedes de la fonda que las acompañaba.

Ángel Pestaña jamás volvió a saber nada de ellas. Como si la tierra se las hubiera tragado. Pero, siempre afirmaba que nunca guardó rencor a su madre: “No sé si era buena o mala”, afirmaba. Sólo sabía que “era alta, guapa y buena moza”, no porque él retuviera ninguna imagen de ella, sino porque se lo dijeron quienes la conocieron. Igualmente, aludía a su padre con generosidad.

Prefirió no culpabilizar a ninguno de los dos, sino más bien a la miseria que tuvieron que soportar durante aquellos penosos años. En el relato que Ángel Pestaña hizo de esta triste etapa de su vida terminaba diciendo: “Nunca he vuelto a saber de ella. No sé si vive o si ha muerto. Nunca he dicho nada de esto. Y ahora, que por primera vez lo digo, añado también que no guardo rencor alguno contra ella. Al contrario: si viviese, sería para mí un gran placer conocerla. Debo decir, por último, que por mi padre supe que no se había marchado sola, sino con uno de los huéspedes que tenían en casa. Pero ni aun así no la guardo rencor”.

Posteriormente, padre e hijo abandonaron Béjar y deambularon algún tiempo por las cuencas mineras del norte. De la ciudad textil le quedaba una amarga nostalgia: «Conservo también de Béjar el recuerdo imborrable de haber perdido a mi madre. No por haberse muerto, sino por separarse de mi padre».

 

4.- LA TEMPRANA MUERTE DE SU PADRE

Blas Pestaña era analfabeto. Sin embargo, no deseaba que su hijo lo fuera. A veces pretendía formarle al entender de aquella época, a golpes. Pero su hijo le justificaba, porque no lo hacía con maldad. Le calificó de “volteriano”: “como todo español creía en Dios, pero no en los clérigos”, decía. Sin embargo, quiso que estudiara para cura, porque vivían mejor que un minero, un albañil o un carpintero. Por eso, acordó con un tío, un hermano de su mujer que vivía en Ponferrada, casado con una prima suya, que tuvieran al chico con ellos. Le dio por adelantado el importe de su manutención y de los estudios hasta que él retornara.

Pero el tío, que era jugador y mujeriego, no tardó en dilapidar ese dinero. No le envió a la escuela y le puso a guardar sus ovejas. Cuando por las noches llegaba a casa bebido, le molía a palos. Apenas le daba algo de comer y tenía que aprovechar los mendrugos de pan duro que encontraba.

Esta situación duró hasta que su padre, entonces en Castro Urdiales, coincidió con un viejo conocido orensano de Montefurado que sabía lo que ocurría y le puso al corriente. De inmediato envió a su cuñado una acalorada carta con cinco duros, para que subiera a su hijo al tren y pudiera llegar a donde él estaba. Pero Ángel, no fiándose de aquel explotador, huyó a Santo Tomás. Se refugió en la casa de su padrino, un tamborilero llamado Tirso, que le puso en el tren que le conduciría hasta su padre. En León tomó otro en dirección a La Robla y allí le ayudaron a coger el convoy minero de vía estrecha que le dejaría en Valmaseda, donde ambos se reunirían. Ángel Pestaña realizó aquel largo viaje con diez años.

Su padre le puso a trabajar como ‘pinche de minero’ en la mina de Cobarón, cerca de Somorrosto en Vizcaya, en una galería que ya había sido explotado por los romanos. Así describe lo que hacía: “Consiste en traer, en unos barriles (así se les llama en las minas) en forma de tonel, de unos doce o catorce litros de cabida, el agua que consumen al cabo del día los obreros de la cuadrilla; además, llevar a la fragua, para que el herrero los aguce, los barrenos y pistoletes, y al carpintero cuando se rompen, los mangos, a mangar los picos, palas y azadas, traer las municiones del polvorín para los barrenos, y en algunos casos, ir a buscar la comida del capataz”.

Al cumplir catorce años, su padre murió de una pulmonía aguda, quedando huérfano, absolutamente solo y con una deuda de veintisiete pesetas. En las memorias que escribió en la madurez afirmaba: “Nunca como entonces comprendí la ingratitud humana, ni la dureza de sentimientos que crea la pobreza”. Por delante, el futuro le deparaba nuevos y mayores retos, la partida para otras ciudades, Burdeos, Paris, Marsella, Argel… Barcelona.

 

5.- EL PISTOLERISMO EN BARCELONA

Tras una prolífica trayectoria sindical, Ángel Pestaña, un modesto relojero de Barcelona, fue elegido secretario general de la CNT, el potente sindicato anarquista que tenía a la Ciudad Condal como centro neurálgico. Antes, había organizado el sindicato de tejedores, la mayor masa laboral de la industria textil. Los años de la República fueron de una desmedida violencia en Barcelona. Las empresas se convirtieron en un campo de batalla. Los sindicatos convocaban huelgas salvajes que eran contestadas por los patronos a punta de pistola.

En realidad, ninguna de las dos partes en liza, obreros o patronos, pretendía el acuerdo, sino la imposición de sus posturas por la fuerza. Había nacido el pistolerismo: los patronos contrataron a asesinos a sueldo para atentar contra dirigentes obreros, y éstos respondieron de igual forma. El ambiente que existía en la capital catalana, que en nada se diferenciaba al de Chicago de Al Capone, ha sido reflejado fielmente por el escritor Eduardo Mendoza en varias de sus novelas, como La Verdad sobre al caso Savolta o La Ciudad de los Prodigios.

Los atentados en Barcelona eran frecuentes e indistintamente contra obreros o contra patronos. Éstos pagaban tres mil pesetas al mes a Manuel Bravo Portillo, policía expulsado del cuerpo después de que Pestaña descubriera unas cartas muy comprometedoras que demostraban que trabajó para Alemania durante la I Guerra Mundial. Su Banda Negra infligió numerosas muertes entre dirigentes obreros, como Salvador Seguí, Noi del Sucre, cuyo liderazgo fue retomado en la CNT por Pestaña. Cuando en 1919 Bravo Portillo fue asesinado, le sustituyó el Barón de Köening.

 

6.- ANGEL PESTAÑA EN RUSIA

En 1920, el Sindicato CNT acuerda adherirse a la Tercera Internacional Comunista y Ángel Pestaña es enviado a Moscú en su representación. El día 25 de junio llega a Estonia, donde toma un tren hasta la ciudad rusa de Kingisepp, cerca de san Petersburgo. En todas las estaciones ve rótulos de Marx, Lenin y Trotsky. Recuerda que las consignas trotskistas a través de altavoces eran continuas, aburrían y ensordecían. El convoy sólo tenía dos vagones, uno para los comisarios políticos y delegados internacionales, el otro era de mercancías donde más de cincuenta personas se hacinaban como animales. Por todas partes veía una multitud hambrienta, miseria y tristeza en los rostros y un silencio impenetrable.

Su primera entrevista fue con Kropotkin, teórico del anarquismo a quien Ángel Pestaña admiraba. Llegó hasta él a través de su hija Sacha, con la que mantuvo una fluida correspondencia. Kropotkin vivía represaliado por el régimen comunista, le tenían por contrarrevolucionario. Pero, no le habían asesinado porque ya el aparato le consideraba inofensivo. Era partidario de la descentralización de decisiones y de la iniciativa de los obreros, lo que se oponía a la férrea centralización que desde Moscú ejercía Lenin sobre todo el país.

Al final de la conferencia de Moscú, Pestaña saludó a Lenin. Varios días después, éste le llamo por teléfono para concertar una entrevista. Puso a su disposición un vehículo para conducirle hasta le Kremlin, adonde acudió con expectación. El líder comunista le recibió afablemente en su despacho entre montañas de documentos y un gran mapa de Rusia. Le dijo que el objeto de aquel encuentro era conocer de primera mano la evolución y la implantación del marxismo en España.

El cenetista le mostró su decepción por el resultado de la revolución obrera en Rusia, porque su fin primario era el derrocamiento del capitalismo, no la implantación de una dictadura del proletariado. Pestaña manifestó a Lenin que había comprobado con sus ojos la degeneración de la teoría marxista. Todos los delegados extranjeros tenían mentalidad burguesa, unos por educación y otros por ser arribistas. Su discurso era contrario al modo de vida que hacían en el hotel donde les alojaron. Se quejaban de recibir poca comida, olvidando a los miles de personas que carecían de lo más indispensable. Abusaban de las mujeres que trabajaban allí y por las noches ponían los zapatos en la puerta para que se los limpiaran. Aquel encuentro resultó poco efectivo para Lenin, que despidió a Ángel Pestaña fríamente y contrariado, deseándole que cambiara de opinión.

Antes de partir, Pestaña pasó de nuevo por la casa de Kropotkin, dándole su opinión sobre Lenin: “Es un hombre que se ha equivocado y busca el camino que le saque del atolladero”, le dijo. En consecuencia, una vez en España, elaboró un informe muy negativo, por el que la CNT se separó de la organización internacional. El líder cenetista llegó a la conclusión que lo que hacía el gobierno ruso era someter a la clase obrera a sus intereses políticos. Todo ello queda reflejado en sus dos obras ‘Setenta Días en Rusia. Lo que yo vi’ y ‘Setenta días en Rusia. Lo que yo pienso’.

 

7.- ATENTADOS CONTRA ÁNGEL PESTAÑA

A duras penas Ángel Pestaña salió vivo de dos atentados. El primero de ellos sucedió el 6 de diciembre de 1919 del que salió ileso. El segundo tuvo lugar el 22 de agosto de 1922 en la calle Cantarell de Manresa, adonde se había desplazado para dar una conferencia, resultando herido gravemente de dos balazos. El primero le atravesó un pulmón, la tráquea y el cuello; el segundo, el antebrazo. Pestaña quedó inmóvil boca abajo, siendo trasladado al cercano hospital de San Andreu.

El hecho más insólito se produjo cuando los pistoleros, en pleno día y a la vista de todos, semana tras semana, se apostaron en la puerta del hospital donde estaba ingresado, esperando a su salida para rematarle, con la connivencia de la policía. Las quejas de los médicos y del personal del centro llegaron hasta Madrid provocándose un gran escándalo. El diputado Indalecio Prieto interpeló al Gobierno en el Congreso, logrando la destitución del jefe de la Policía de Barcelona, Miguel Arlegui.

La política seguida por Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros, fue un fracaso. Lejos de acabar con el pistolerismo de la Ciudad Condal, lo acrecentó con el nombramiento del general Severiano Martínez Anido como gobernador militar, quien creó el llamado Sindicato Libre, formado por ultraconservadores. Por otra parte, introdujo infiltrados entre en las organizaciones obreras que provocaron numerosos atentados, que a su vez eran respondidos de la misma manera, llegando al punto de que el propio Eduardo Dato fue asesinado el año siguiente en Madrid por un grupo anarquista.

Ángel Pestaña permaneció en el hospital durante dos meses sin poder mover los brazos, siendo alimentado por su compañera, María Espés, y las religiosas del centro. A partir de entonces se vio en la necesidad de ir acompañado por algún guardaespaldas, como el vallisoletano Joaquín Blanco Martínez, que siempre llevaba dos pistolas, o el valenciano Ricardo Sanz García, que tenía la habilidad de seguirle sin que nadie se percatara de ello.

En cuanto que el líder sindicalista se repuso, dio una conferencia en el Ateneo de Madrid en la que acusó explícitamente de su atentado a Martínez Anido. Y consideraba que el empresario monárquico Damián Mateu, fundador de la marca Hispano-Suiza era quien lo había financiado. Manifestó que el juez de Manresa ordenó detener a varias personas implicadas, como así hicieron la guardia civil y la policía municipal, pero que a las pocas horas el Gobernador les dio una contraorden para que fueran liberados e, incluso, que se les devolvieran las armas que portaban, añadiendo: “El atentado contra mí fue organizado, pagado e impuesto por el gobernador de Barcelona, general Martínez Anido, por haberle acusado yo en un mitin celebrado en Zaragoza de ser él el organizador del terrorismo del Sindicato Libre

El general Martínez Anido fue siempre un personaje muy controvertido. Unamuno le tenía en el punto de mira en sus artículos periodísticos, llamándole “desgraciado vesánico” y “pobre epiléptico”. Y Pío Baroja le definió como “el bulldog de la monarquía”.

 

8.- ÁNGEL PESTAÑA EN EL ATENEO DE MADRID

Ángel Pestaña acudió varias veces al Ateneo de Madrid, donde se le esperaba con expectación para conocer su opinión sobre el fenómeno del pistolerismo reinante en Barcelona. Para el líder sindicalista, “en la revolución española, al igual que en la francesa, los que están en el Poder se olvidan de los que hasta allí les elevaron: los obreros”.

Miguel de Unamuno le tenía en gran estima. Ya había escrito en la revista España: “Uno de los rasgos más característicos del sindicalismo es su desprecio a la acción parlamentaria”. Pero consideraba que Pestaña era una excepción. En 1927, estando desterrado el Rector, desde Hendaya señaló en la revista Hojas Libres acerca del pistolerismo: “El propio Ángel Pestaña lo denunció en el Ateneo de Madrid ante centenares de hombres inteligentes y bajo la presidencia del conde de Romanones”.

Unamuno y él coincidieron allí en 1932 en un ciclo de conferencias después del intento de golpe de estado de Sanjurjo, en el que se daba un repaso a la situación política del momento. En esta ocasión, Pestaña mostró su moderación al concluir: “Soy hombre de realidades y sé que no estamos capacitados para organizar las cosas al día siguiente de la revolución”. A principios de 1936 volvió a dar otra conferencia en otro ciclo con el presidente Manuel Azaña como preludio a las elecciones generales que se iban a celebrar el 16 de febrero.

 

9.- ANGEL PESTEÑA CREA EL PARTIDO SINDICALISTA

Pestaña siempre mostró su oposición a aquellas prácticas violentas. Era un hombre templado y dialogante, una isla en medio del radicalismo que le rodeaba. Su porte era elegante, siempre vestido con traje y corbata, lo que le facilitaba el diálogo con los partidos. Continuamente manifestaba que “los sindicatos han de ser una mera organización de tipo económico: el obrero no debe ir a buscar en el sindicato más que la defensa y mejora de sus condiciones de trabajo».

Su postura hizo que en el seno de la organización anarquista pugnaran dos tendencias entre sí, la sindicalista, que abandona la lucha revolucionaria, según defendía Pestaña, y la revolucionaria, que pretendía la acción directa usando la violencia y no reconocía la representación del pueblo en el Parlamento. Resultando vencedora la FAI, partidaria de la intransigencia, expulsó al leonés de sus filas acusándole de reformista.

El líder anarquista consiguió que la CNT fuera tolerada en abril de 1930 con la llegada al Gobierno del General Berenguer. Incluso, el director general de Seguridad en Madrid, Emilio Mola, se desplazó hasta Barcelona expresamente para hablar con Pestaña, como dirigente de la CNT, y con Ramón Sales, presidente del sindicato de la Patronal conocido como El Libre, que procedía del carlismo, para llegar a un acuerdo tripartito.

Posteriormente, Pestaña entendió que una organización obrera no podía participar en política si no estaba respaldada por un partido y, en 1934, crea el Partido Sindicalista, que aglutinó a 30.000 afiliados atraídos por las cualidades de su promotor, muchos de ellos procedentes de la UGT. Al mismo tiempo, trasladó de Barcelona a Madrid el periódico El Sindicalista, de amplia difusión.

 

10.- SORPRENDENTES NEGOCIACIONES CON FALANGE ESPAÑOLA

Paralelamente, José Antonio Primo de Rivera había fundado el partido Falange Española en un acto celebrado en 1933 en el Teatro de la Comedia de Madrid, con un programa de reformas sociales que, en gran parte, coincidía con los estatutos de la CNT. El hijo del dictador pronto percibió que su formación carecía de militantes suficientes como para enfrentarse a unas elecciones con éxito. Adoptó la idea de que debía contar con una amplia base constituida por trabajadores y, con ese fin, se lanzó a captar afilados de la CNT que engrosaran sus filas. Calcó los colores rojo y negro de la bandera anarquista y, como uniforme, el mono azul, una prenda de una sola pieza característica de los obreros de la industria.

En aquellos días fueron numerosos los sindicalistas que entraron en las filas de Falange. De esta manera, atrajo a miembros tan destacados como el mecánico Manuel Hedilla, que le sustituyó en la jefatura nacional tras su encarcelamiento en Alicante, o el anarquista Marciano Durruti.

El líder falangista también trabó amistad con Camilo Olcina, en aquellos momentos, secretario del Sindicato de la CNT de la Marina Mercante, a quien, valorando su experiencia revolucionaria, captó como escolta personal de su máxima confianza. También le encomendó que redactara los estatutos del nuevo sindicato CONS, que Olcina elaboró junto a Juan Orellana, quien en las anteriores elecciones generales había encabezado la candidatura del Partido Comunista por Sevilla.

Pero, Primo de Rivera fue más allá. Encargó a Olcina que concertara una entrevista con Ángel Pestaña para entablar negociaciones conducentes a un acuerdo político, a lo que el berciano accedió. La entrevista tuvo lugar en febrero de 1934 en el Restaurante Glaciar de las Ramblas de Barcelona. No era la primera vez que se veían. Meses atrás se habían conocido casualmente viajando en tren de Madrid a Barcelona, en lo que fue una mera presentación.

El líder falangista llegó escoltado por un fuerte dispositivo de seguridad, ofrecido por los propios sindicalistas barceloneses, para mantenerle a resguardo del pistolerismo reinante. La reunión se compuso de seis personas que compartieron un almuerzo. Al final del mismo, José Antonio y Pestaña pidieron al resto de comensales que les dejaran solos para hablar en privado. El contenido de la conversación quedó inédito. Sólo trascendió que el trato entre los dos resultó afectuoso y cordial, y que el ideario de su partido era muy similar al de Pestaña, prácticamente en el 90 por ciento, afirmando: “Nosotros queremos sustituir el orden capitalista por el orden sindical. Este es el programa de Falange Española. Fuera de aquí, esto no podría conseguirse más que por la revolución”. (Primo de Rivera expresa ese ideario sindicalista en el diario La Vanguardia de Barcelona en su edición del 4 de mayo de 1935).

En noviembre de 1935 tuvo lugar un segundo encuentro en un restaurante del Tibidado, concertado por Marciano Durruti y el historiador Diego Abad de Santillán. El primero de ellos era hermano del carismático líder anarquista Buenaventura Durruti, leoneses ambos, que se había pasado a las filas falangistas avalado por el propio Primo de Rivera, con quien mantenía amistad desde que ambos coincidieron en la Cárcel Modelo de Madrid.

Previamente a la cita, se había producido un tiroteo junto a la sede del partido falangista en la calle Rosic 4, próxima a la basílica de Santa María del Mar, a la que un grupo izquierdista había cortado la luz. Aquel local se disimulaba con un rótulo que decía ‘Centro de Deportes Olímpicos’ y contenía un cuadrilátero boxístico, pesas y anillas. El dueño del inmueble se vio compelido a desahuciar a sus inquilinos por utilizarlo para otros fines distintos a los declarados. Luego, la Guerra Civil impidió cualquier posibilidad de acuerdo entre Primo de Rivera y Ángel Pestaña.

Aquellos escarceos entre falangistas y anarcosindicalista tuvieron una repercusión negativa en todos los partidos del espectro político nacional. Puede que éste fuera el motivo por el que unos ordenaran la detención y muerte de Primo de Rivera, y otros no hiciera nada por impedirlo. Durante la guerra, el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña salvó la vida de numerosos falangistas apresados en Madrid, entregándoles carnés de afiliados a su partido para que les sirvieran de salvoconducto y poder huir.

Ángel Pestaña murió en 1937 en Begues (Barcelona) aquejado de una fuerte bronconeumonía que adquirió en el crudo invierno de Albacete, complicada por la debilidad de uno de sus pulmones que arrastraba desde que sufrió el atentado. En ese momento estaba al cargo del abastecimiento militar y de las brigadas internacionales, que habían acudido en defensa del gobierno republicano.

 

 

Túnel del ferrocarril en Béjar (Foto. Ignacio Coll Tellechea)

 

El líder de la CNT Ángel Pestaña Núñez

 

Ángel Pestaña en un mitin

 

Piotr Kropotkin

 

Vladimir Lenin

 

Lenin con varios delegados extranjeros en la III Internacional Comunista

 

General Martínez Anido

 

Ángel Pestaña, víctima del atentado de 1922 en Manresa

 

Vehículo en el que fue asesinado Eduardo Dato

 

Indalecio Prieto en Barcelona

 

José Antonio Primo de Rivera en Barcelona

 

Primo de Rivera en Barcelona con su guardaespaldas Camilo Olcina

 

Carnet de Falange de Marciano Durruti

 

 

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