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viernes 13 diciembre 2024
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Orson Welles, Hemingway, Dos Passos, la Guerra Civil

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Orson Welles, Hemingway, Dos Passos, la Guerra Civil

 

 

A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX NUMEROSOS ESCRITORES NORTEAMERICANOS LLEGARON A ESPAÑA. ERAN FELICES Y SENTÍAN DESEOS DE QUEDARSE A VIVIR AQUÍ. PERO COMENZÓ LA GUERRA CIVIL Y DEJÓ AL DESCUBIERTO LO PEOR DE LA CONDICIÓN HUMANA

 

 

1.- Orson Welles en Ávila

2.- Ernest Hemingway en El Barco de Ávila.

3.- Ernest Hemingway y John Dos Passos en Madrid

4.- Comienza la Guerra Civil

5.- La amistad de John Dos Passos con José Robles Pazos.

6.- ¿Quién era José Robles Pazos?

7.- La desaparición de José Robles Pazos

8.- La violenta discusión entre Hemingway y John dos Passos

9.- John dos Passos continuó investigando

10.- La República maniatada

11.- Las purgas estalinistas sobre sus propios agentes

12.- John dos Passos abandona España

 

 

1.- ORSON WELLES EN ÁVILA

Cuando los escritores norteamericanos llegaban a Ávila desde Nueva York, experimentaban un inevitable choque emocional en su ánimo. Reparaban en la existencia de dos universos diferentes en el mundo occidental. Nueva York era el centro de la civilización, la metrópoli de los rascacielos; pero, carecía de la cultura que sólo el transcurso de los siglos podía darle a Europa, a Ávila, a sus pueblos con murallas y castillos, una vida intramuros abierta a la naturaleza. Su reacción era el deseo de quedarse allí para siempre. Eso le sucedió al actor y director cinematográfico Orson Welles, que, en 1965, descubrió la ciudad amurallada con motivo del rodaje de la película Campanadas a Medianoche.

El peso de los siglos le abrumaba. El cineasta se explayaba: “Me quedaría a vivir en España, en Ávila… No sé por qué siento algo especial por Ávila”. Por ese motivo, compró la misma casa en que se había alojado, en el edificio de La Posada de la Fruta, en la Plaza de los Dávila. Pero, no fue el único. Los escritores Ernest Hemingway y John dos Passos, con quienes había colaborado en el documental Tierra Española, realizado en 1937 en España, también percibieron un similar asombro por la secular Castilla.

 

2.- ERNEST HEMINGWAY EN EL BARCO DE ÁVILA

Ernest Hemingway engrosó la llamada Generación Perdida, la de aquellos escritores a quienes les tocó vivir entre las dos guerras mundiales, muchos de ellos en directo, como corresponsales de prensa en los diversos frentes bélicos. Por eso, apreciaban especialmente el remanso de paz que Ávila representaba, a poca distancia de Madrid, donde todos los conflictos tenían resonancia.

Hemingway dio buena cuenta de las percepciones que experimentaba durante su permanencia en El Barco de Ávila, durante los meses de mayo y junio de 1931, a los pies del macizo de Gredos. El motivo de aquella estancia primaveral era doble. Sencillamente, descansar de su intensa actividad en la capital como cronista de la recién instaurada República y, por otra parte, tomar notas sobre la vida y costumbres españolas para dar contexto a sus novelas, como Muerte en la Tarde, de ambiente taurino, que había comenzado el año anterior. También lo reflejó en otra de sus obras Por quién doblan las campanas, que inició en el Hotel Sevilla de La Habana, ambientada en la contienda española y llevada a las pantallas por Sam Wood con nueve nominaciones a los Premios Oscar.

En una carta enviada al crítico de arte lituano ruso Bernard Berenson, Hemingway le confiesa que aquella localidad abulense, entre las muchas que había conocido, era la primera que le había dejado un poso que se reflejaba en su obra. Y, en otra misiva dirigida al novelista Francis Scott Fitzgerald, le manifestaba: “Para mí, el cielo sería una gran plaza de toros en la que yo tuviese dos localidades de barrera, y cerca un arroyo con truchas en el que nadie más pudiera pescar, y dos casas bonitas en el pueblo”.

De los miles de cartas que componen su inmenso epistolario, recopiladas en ocho tomos, destacamos una telegrafiada que dirigió a su compañero John Dos Passos el 26 de junio de 1931, tanto por su valor descriptivo, como por resaltar la gran amistad que les unía y que se verá rota en España por algunos sucesos acaecidos durante la Guerra Civil.

En dicha misiva le expresaba: “Vivimos los dos aquí la mar de bien con tres dólares al día. Ahora sería el momento de comprar algo si hubiera dinero. ¿Has estado alguna vez en la Sierra de Gredos? El Barco de Ávila es un pueblo maravilloso. Maté un lobo. La garra de un oso está clavada en la puerta de la iglesia. Buenas truchas. El rio Tormes que fluye hasta Salamanca. Cabras salvajes. Se come lo mismo que en Botín. Los mismos platos. Habitaciones grandes y limpias. Sin chinches. Terriblemente inteligentes, toda la gente amable. Una vieja bandera de Garibaldi de la Primera República en la verbena de San Juan. Todo por ocho pesetas al día”.

Hemingway refleja su paso por aquel valle en su obra mediante numerosas referencias. Alaba el buen trato del Hotel Comercio, donde estuvo hospedado con su segunda esposa Pauline Pfeiffer, comparándolo con el Restaurante Botín de la calle Cuchilleros de Madrid, el más antiguo de la capital y sitio de encuentro de corresponsales extranjeros, donde el pintor Goya comenzó a ganarse la vida como lavaplatos.

Llama su atención la colonia de cigüeñas que continuamente sobrevuelan las almenas del castillo de Valdecorneja, una especie exótica entre Europa y África, que no había visto en su país. También, la garra de un oso clavada en la puerta de la iglesia de San Juan Bautista de Navacepeda de Tormes, en cuyos alrededores disfrutó de la caza y la pesca de la trucha. Menciona la plaza de toros, construida en 1892, tan recurrente en sus novelas de temas taurinos, y otros puntos de la provincia, Peguerinos, la Sierra de la Paramera…

 

3.- HEMINGWAY Y JOHN DOS PASSOS EN MADRID

Entre 1919 y 1937, John Dos Passos estuvo viajando intermitentemente entre Francia y España, con fugaces visitas a la Unión Soviética para conocer de primera mano la marcha de la Revolución rusa. Una vez proclamada la República española, recorrió el país en compañía de su esposa Kate Smith y el historiador José Giner Pantoja, encargado de la conservación del Patrimonio Nacional y, más tarde, miembro del equipo encargado de poner a salvo los cuadros del museo del Prado durante la Guerra Civil.

En una de las salidas de la capital, ambos se desplazaron hasta la plaza de toros de Santander para presenciar un mitin de Francisco Giner de los Ríos, creador de la Institución Libre de Enseñanza y, a la sazón, tío de José Giner. A la salida del acto, reparó en los obreros asistentes, que desfilaban con sus banderolas por delante de otras personas que se hallaban sentadas en las mesas de los cafés con miradas desafiantes. Dos Passos pudo percibir el malestar existente en la calle, escribiendo en sus memorias: “Si los ojos fueran ametralladoras, ni uno solo hubiera sobrevivido aquel día”.

 

4.- COMIENZA LA GUERRA CIVIL

Iniciada la Guerra Civil española, muchos jóvenes norteamericanos, movidos por los ideales democráticos y contrarios a la expansión del fascismo en Europa, se enrolaron en la División Lincoln en defensa de la República. Con fines de propaganda y para fomentar el alistamiento, el realizador holandés Joris Ivens, propuso a Ernest Hemigway y John Dos Pasos, que realizaran un documental que mostrara la opresión de la capital, sitiada y sometida a los bombardeos de la aviación, y el modo de provisión de víveres que, a duras penas, efectuaban los vecinos de Fuentidueña de Tajo, pueblo situado al sur de la capital. El reportaje se llamaría Tierra Española (The Spanish Earth). Además, deberían escribir el guion, que luego sería leído en off por Orson Welles.

Los dos colegas aceptaron, instalándose en el Hotel Florida, en la Plaza de Callao. Era uno de los pocos lugares que disponía de agua corriente y baño en Madrid, junto a la Gran Vía y al rascacielos de la Telefónica, que constituía el centro neurálgico de las comunicaciones del Gobierno republicano. Allí trabajaron en calidad de corresponsales extranjeros, junto a otros como Robert Capa, Gerda Taro, Jean Moral, David Seymour, Walter Reuter, Antoine de Saint Exupéry… Hemingway y Dos Passos ya se encontraban en España contratados por NANA, el gran grupo periodístico neoyorquino. El primero de ellos colaboró en el famoso documental España en Llamas (Spain in Flames)

La labor en aquellos edificios presentaba ciertas dificultades, porque, debido a su altura, eran punto de referencia para los bombardeos de las tropas sublevadas situadas en el monte Garabitas de la Casa de Campo. En la Telefónica sólo se utilizaban los cinco primeros pisos. Y en el Hotel Florida, a menudo los huéspedes tenían que salir precipitadamente tal como estuvieran, lo que dejaba al descubierto los affaires más insospechados de las habitaciones. Dos Passos decía que era «una gran exhibición de despeinados y lencería», entre ellos incluía a Hemingway y a la reportera de guerra Martha Gellhorn, con quien se casaría después de la guerra.

 

5.- LA AMISTAD DE JOHN DOS PASSOS CON JOSÉ LÓPEZ ROBLES

El rodaje de la que sería la obra maestra de Joris Ivens se desarrollaba con normalidad, hasta el momento en que Dos Passos supo del asesinato de un íntimo amigo suyo, José Robles Pazos, al que consideraba la persona más noble y honesta que había conocido. Fue tal la conmoción que sufrió que abandonó el encargo y regresó a Estados Unidos, debiendo continuarlo Hemingway, tras romper una duradera amistad que había nacido en 1918 en Italia. Dos Pasos lo recuerda en sus memorias Años Inolvidables. El suceso también ha sido recogido en nuestros días por Ignacio Martínez de Pisón en su novela Enterrar a los Muertos.

Una vez finalizado el documental, Orson Welles puso voz al guion. A Hemingway no le acababa de agradar su intervención. Una tarde en que Hemingway llegó bebido al estudio, mientras se proyectaba la película, el cineasta escogió el peor momento para sugerirle que había escenas que era mejor dejarlas sin comentarios. Así, el espectador recibiría un mayor impacto al ver aquellos rostros famélicos y demacrados sin texto, porque el silencio era más elocuente que las palabras.

Como se trataba de su guion, Hemingway montó en colera. Le dijo que el problema de Welles era él mismo, que tenía la voz afeminada. Entonces, durante largos minutos se lanzaron el uno sobre el otro a silletazos. No volvieron a hablarse en muchos años. Finalmente, hubo dos versiones de la cinta. Ivens exhibió la de Welles al presidente Roosvelt, con el objeto de convencerle de que apoyara la causa de la República española y la incorporación de voluntarios al frente español.

 

6.- ¿QUIEN ERA JOSÉ ROBLES PAZOS?

En 1916, José Robles Pazos, natural de Santiago de Compostela, con ascendencia zamorana en Mombuey, y estudiante de Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, emprendía un viaje en tren a Toledo con un fin meramente cultural, el de conocer in situ su arte e historia. En la estación coincidió con John Dos Passos, tan joven como él, que acudía a la ciudad imperial con el mismo fin. Tras entablar una distendida conversación, ambos comprobaron que compartían las mismas inquietudes, los mismos ambientes literarios de Madrid, la Residencia de Estudiantes y la tertulia de La Granja del Henar, en la calle Alcalá 40, donde acudían los escritores de la Generación del 27. Querían aprender la respectiva lengua del otro y entre ellos se produjo una estrecha amistad.

Una vez acabados sus estudios, José Robles se casó con Márgara Villegas, una salmantina amante del arte, de la literatura y la filología. No en vano, su padre, el escritor Francisco Villegas, era director del Colegio San Rafael de la calle Espoz y Mina 14 de Salamanca, de reconocido prestigio, pues fue de los primeros en emplear el moderno sistema pedagógico de Friedrich Fröbel. El matrimonio se estableció en Estados Unidos, donde en 1920 Robles había obtenido una plaza de Lengua Española en la Universidad John Hopkins de Baltimore. Tuvieron dos hijos, Francisco “Coco” y Margarita “Maggie”.

El comienzo económico de la familia fue muy difícil. Dos Passos les ayudaba desinteresadamente y, cada vez que venían a España o regresaban a Estados Unidos, les alojaba en su apartamento de Nueva York para que pudieran hacer escala. Fueron tantas las ocasiones, que el matrimonio se sentía en deuda con el escritor norteamericano y ambos se ofrecieron a traducir sus obras al castellano. Puestos a ello, José Robles tradujo la obra Manhattan Transfer, que resultó un bestseller. Por su parte, Márgara, hizo lo propio con Rocinante vuelve al Camino en la que el autor daba un repaso a las letras españolas a través de los escritores de principios de siglo que conoció. Dichos libros fueron publicados por la Editorial Cénit de Madrid.

Inesperadamente, encontrándose la familia Robles de vacaciones en España, se produjo el alzamiento militar en el verano de 1936. José Robles consideró que su deber era quedarse para prestar auxilio al gobierno de la República y, tras haber obtenido el permiso de la Universidad norteamericana, permaneció en España.

En aquellos días, el Gobierno actuaba en colaboración con la URSS, que les facilitaba armamento y asesoramiento militar, para lo que habían enviado al general Vladimir Gorev, que residía en el Hotel Palace, sede de la embajada rusa y de los militares soviéticos. El gobierno le asignó a José Robles como traductor, lo que le permitió ser testigo involuntario tanto de la influencia que los rusos ejercían sobre el general Miaja en las tácticas militares, como de las acaloradas discusiones de Gorev con el coronel Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor de la Defensa.

A medida que avanzaban las tropas sublevadas, el gobierno fue retirándose a Valencia y Robles tuvo que trasladarse con el personal de Largo Caballero a dicha ciudad, donde la familia fue acomodada en una casa particular. De esta manera, pasó a depender directamente de la embajada soviética. Tan sólo habían pasado unos días cuando, en abril de 1937, Robles Pazos fue detenido en su casa por agentes comunistas españoles, sin que le dijeran el motivo ni el lugar donde le llevaban. Tras muchas indagaciones, su esposa Márgara consiguió localizarle en la cárcel de extranjeros y habló con él dos veces. Luego, el silencio sobre su paradero fue total.

 

7.- LA DESAPARICIÓN DE JOSÉ ROBLES PAZOS

John Dos Passos no volvió a tener noticia de Robles Pazos, hasta que aquel año regresa a España. Le resultaba extraño y presagiaba que algo malo había sucedido. Al presentarse en la embajada norteamericana, el coronel Stephen Faqua, agregado militar, le informa de que Robles Pazos fue visto por última vez en un campo de prisioneros en Valencia y que habría sido asesinado. Velozmente acude al edificio de la Telefónica, al encuentro de José Quintanilla, hermano del famoso actor Luis Quintanilla, que era Comisario General de Investigación, quien le confirmó sus malos augurios, al parecer, tras haberse detectado que su amigo era un “espía fascista”. Posteriormente, se entrevistó con el ministro Álvarez del Vayo, quien le dijo que no se preocupara por su amigo porque se encontraba bien. Pero, Dos Passos advirtió que el ministro, al desmentir a Quintanilla, le estaba mintiendo a él.

A las autoridades les preocupaba las consecuencias de sus averiguaciones. Pronto, el escritor norteamericano se hizo molesto por sus pesquisas, Quintanilla se vio obligado a citar a Hemingway en la planta quinta del edificio de la Telefónica, donde, asomados a una ventana que daba a la Gran Vía, le dijo que la calle estaba llena de trotskistas y anarquistas incontrolables y que José Robles Pazos había sido ejecutado por ser quintacolumnista, por pasar información a su hermano Ramón, militar en el bando franquista.

 

8.- LA VIOLENTA DISCUSIÓN ENTRE HEMINGWAY Y DOS PASSOS

Hemingway intentó que Dos Passos se olvidara de aquella situación irreversible, porque sus desvelos no iban a ninguna parte y sólo causaría problemas. Pero, Dos Passos no podía asumirlo, porque para él Robles, no sólo era su fiel amigo, sino una persona íntegra y leal al gobierno de la República, a la que nunca hubiera traicionado, y no creía las explicaciones que le señalaban como un traidor. La postura de Hemingway era más pragmática: había que olvidarse de los sentimentalismos y continuar con la película que les habían encomendado.

En el Hotel Florida mantuvieron una agria discusión. Hemingway le argumentó que se hallaban inmersos en una cruenta guerra civil, donde las víctimas civiles eran inevitables. La vida de una persona no importaba nada cuando estaba en juego la democracia. Recordó a Dos Passos que ellos eran periodistas y se debían a sus lectores. No podían olvidar que el objeto de aquel reportaje era que los jóvenes norteamericanos se enrolaran en las Brigadas Internacionales en la lucha contra el fascismo. Además, le objetó que podían perder sus fuentes de información, como era el caso de Quintanilla, que ya empezaba a desconfiar de ellos.

Dos Passos no lo vio así. Consideró que la Guerra Civil era una contienda fratricida entre españoles. No podían engañar a miles de jóvenes de diversas nacionalidades incitándoles a venir a España para morir por un supuesto ideal, en un país donde había asesinos por todas partes. En esos momentos estaban respondiendo a la llamada internacional intelectuales, como el británico George Orwell, los franceses André Malraux y Simone Weil o los fotógrafos Gerda Taro y Robert Capa. El cargo de conciencia no dejaría vivir a Dos Passos.

Éste llamó a Hemingway cínico y depravado. Le reprochó que no se comportara como un periodista imparcial, sino como un activista. Confundía la información con la novela y llegaba inventar. Su relato era una media ficción en la que él mismo era el protagonista. De hecho, en la habitación 109 del Florida, donde siempre se alojaba el escritor, escribió su única obra teatral, La Quinta Columna, que ponía sobre aviso a las autoridades republicanas acerca de la existencia de infiltrados de las tropas de Franco en Madrid y eso hacía que cualquiera fuera un sospechoso.

La falta de objetividad periodística de Ernest Hemingway resultaba evidente. Estaba bien relacionado con Mikhail Koltsov, el corresponsal del diario ruso Pravda en Madrid. Kolstov, que en realidad era el hombre de Stalin en España, alojado en el lujoso Hotel Gaylord, en la calle Alfonso XI número 3, junto a la Puerta de Alcalá. Allí acudía Hemingway para cenar y beber, con los agentes soviéticos, espías y militares como Orlov y Gorev. Era de los pocos lugares de Madrid donde abundaban la cerveza, el whisky y, sobre todo, el mejor vodka ruso, a los que años más tarde añadiría el ron de Cuba.

Aquella descomunal bronca rompió con la amistad de los dos grandes amigos, que nunca más volverían a encontrarse. Hemingway siguió rodando la película propagandística. La periodista Josephine Herbst, que conocía bien a Hemingway, decía de él: “Se tomaba la guerra como un deporte».

 

9.- JOHN DOS PASSOS CONTINUÓ INVESTIGANDO

Poco a poco, Dos Passos fue esclareciendo lo ocurrido. Herbst, socialista utópica, le confirmó la muerte de Robles en Valencia, así como el deseo de las autoridades estalinistas de que abandonara el país, por la trascendencia internacional que sus comentarios podían ocasionar. Corrían rumores de que periodistas extranjeros críticos con la República habrían sido asesinados, a veces eran meros bulos, como el de su compatriota Louis Fischer.

Por otro lado, los reporteros españoles que trabajaban para el gobierno, como Arturo Barea o Francisco Ayala, fueron dando noticia de los acontecimientos que se producían en la retaguardia. Todos apuntaban al general Alexander Orlov, superior de Gorev, como el enviado por Stalin para convertir a la República española en un satélite pro soviético. Mediante purgas, debían ser eliminados los trotskistas, los anarquistas y cuantos se opusieran a sus planes. Tal fue el caso del comunista catalán Andreu Nin, líder del POUM y también traductor de ruso. Nin fue un colaborador de Trotsky que, tras pasar por varias checas de Madrid, desapareció en Alcalá de Henares.

Arturo Barea veía a Orlov en su Oficina de Prensa de la Telefónica y así le describía: “El general ruso me perturbaba y me impresionaba. Era rubio, alto fuerte, con pómulos salientes, los ojos azules frígidos, la cara una superficie de calma con una alta tensión debajo de la piel. No se interesaba por la gente, a no ser que se le forzara a considerarlos como individuos”. Barea y su compañera y futura esposa Ilsa Kulcsar tuvieron que huir de España por miedo a los dos bandos. Los comunistas les habían amenazado de muerte acusándoles de trotskistas, por no someterse a sus consignas en la información que transmitían.

Orlov fue el encargado de sacar de España el conocido como Oro de Moscú, 7.800 cajas de oro del Banco de España, 510 toneladas, en buena parte, monedas de oro traídas a España en galeones desde América. La orden fue cursada por el ministro de Hacienda Juan Negrín, una vez autorizado por el jefe de gobierno Largo Caballero, para el pago de 600.000 toneladas de armamento ruso y los 2.000 militares soviéticos. Aquel material en gran parte procedía de la I Guerra Mundial y estaba caduco. Por otra parte, los soviéticos aumentaron el precio de las facturas un 30% con la estratagema de devaluar el rublo frente al dólar, moneda mediante la que se hacía el pago. Y de todo ello Robles Pazos tenía conocimiento por los telegramas que llegaban a la embajada.

El escritor Francisco Ayala conoció a Robles en Valencia. Relató en sus memorias que éste tenía la costumbre de acudir diariamente, después de comer, a la tertulia del Café Ideal Room, donde concurría con Miguel Hernández, Rafael Alberti, León Felipe, Max Aub y Juan Gil-Albert. Hasta que un día desapareció para siempre. Ayala creía que alguna vez oyeron de él algún comentario de algo de lo que sólo pudo tener conocimiento por su trabajo como traductor de ruso. Quizá eso motivó el fatal desenlace. Y para el historiador hispanista Hugh Thomas, la causa de su desaparición fue que “sabía demasiado”.

 

10.- LA REPÚBLICA MANIATADA

El Gobierno republicano en Valencia estaba prácticamente en manos de rusos y pro soviéticos. El presidente Manuel Azaña los temía tanto como a las tropas franquistas. Estaba desbordado. Según George Orwell, la República se le desbordó y esa fue la causa de la pérdida de la guerra y de que José Robles Pazos se convirtiera en una víctima de aquel descontrol. El mismo Azaña así lo reconocía en su obra La Velada de Benicarló: “La revolución comenzó sin la intervención de un gobierno republicano que no podía apoyarla. El exceso revolucionario se propagó ante los ojos de los asombrados ministros. En vista de esta violenta revolución, el Gobierno no pudo optar a medidas tendentes a obstaculizar o reprimir la criminal agitación. Al Gobierno le faltaban las fuerzas necesarias para ello”.

Orwell también criticó, al igual que el periodista austriaco Franz Borkenau en su obra El Reñidero Español (1937), el intervencionismo estalinista del PCE y de la policía soviética, así como las mentiras que se usaban en la propaganda para la manipulación informativa. En 1937, durante la represión del gobierno de Negrín contra el POUM, Orwell relató que estuvo a punto de ser asesinado en Barcelona.

 

11.- LAS PURGAS ESTALINISTAS SOBRE SUS PROPIOS AGENTES

Paradójicamente, aquellos quienes practicaron las purgas también sucumbieron. De esta forma, iban desapareciendo todos los que hubieran tenido conocimiento de las indicaciones de Stalin. Gorev, el jefe de Robles Pazos, fue llevado a Moscú, condecorado con la Orden de Lenin agradeciéndole los servicios prestados y fusilado. El agente Walter Krivitsky, que manifestó que “con el oro transportado a Moscú se podía pavimentar los 70.000 metros de la Plaza Roja”, también fue llamado por la URSS y purgado. El embajador ruso en España, que se alojaba en el primer piso del Hotel Palace con Orlov, también terminó en Moscú ejecutado.

El periodista anarquista Jacinto Toryho, anterior colaborador en la prensa de Salamanca, Zamora y Valladolid, comunicó a Antonov Ovseenko, embajador ruso en Barcelona que Stalin había decretado su muerte por haber perdido el control de la central telefónica de la ciudad, lo que propició que llegaran a oídos de miembros de la CNT todas las conversaciones procedentes de Rusia, que fueron traducidas. Y, ciertamente, recibió la orden de regresar a Moscú para asignarle otro cargo. Ovseenko, le confesó al historiador anarquista Diego Abad de Santillán: “Creo que seré fusilado”.

Alexander Orlov, superior de Gorev y responsable de la muerte de López Pazos, también recibió una orden para acudir a Moscú. Sospechando su final, la desatendió y escapó por Francia a Estados Unidos, donde publicó numerosos libros contra Stalin. Tuvo que comparecer ante una comisión especial del Senado norteamericano, donde hizo público su informe The legacy of Alexander Orlov, por el que se supo que él fue quien dirigió las operaciones de transporte del oro del Banco de España a Moscú valorado en 700 millones de dólares de la época. La orden del traslado fue dada por gobierno español, con desconocimiento del presidente Manuel Azaña. El oro acabó embarcado en el puerto de Cartagena en cuatro buques para ser llevado hasta París, donde la compañía Air France lo hizo llegar hasta Moscú. En cada uno de los navíos había un funcionario del Banco de España y otros tantos rusos. A su llegada a Moscú estos últimos fueron fusilados. Los españoles quedaron retenidos hasta mediados de 1938 en que se les permitió regresar.

El general Franco quiso parar aquel envío infructuosamente. Ordenó al general Cabanellas que se pusiera en contacto con José María Quiñones de León, último embajador de España en Paris con Alfonso XIII, habilitándole para que se dirigiera al gobernador del Banco de Francia e impidiera que el oro saliera hacia Rusia. Pero el 10 de octubre de 1936, Quiñones de León remitió una carta a Franco en la que le decía que “había intentado todo, incluso el soborno” sin ningún resultado. 

 

12.- JOHN DOS PASSOS ABANDONA ESPAÑA

Jhon Dos Passos se marchó de España tras haber llegado a la conclusión de que a su amigo le asesinaron por el mero hecho de conocer las consignas que se recibían de Moscú, para evitar el riesgo de que hablara y dejara en evidencia la trama pro soviética. El estadounidense ya había visto demasiado.

Se desmoronaron sus ideas políticas que le surgieron al ver la injusta condena a muerte en Estados Unidos de los anarquistas Sacco y Vanzetti, dos emigrantes italianos que hicieron de cabeza de turco de la incipiente sublevación obrera. Se volvió conservador y anticomunista por la muerte de su amigo José Robles Pazos. Por su parte, Ernest Hemingway exhibió su película en las salas de cine y los jóvenes brigadistas norteamericanos siguieron llegando al frente español ilusionados por defender la democracia frente al fascismo.

(Foto portada. Ernest Hemingway)

 

 

Orson Welles en una emisión radiofónica

 

Recuerdo del paso de Orson Welles por ‘La Posada de la Fruta’. Ávila

 

Ernest Hemingway

 

Ernest Hemingway con Ilya Ehrenburg, corresponsal de ‘Izvestia’ y el brigadista alemán Gustav Regler. 1937

 

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John dos Passos

 

Hotel Florida. Plaza de Callao. Madrid

 

Entrada al Hotel Florida

 

Comedor del Hotel Florida

 

Hotel Gaylord. Madrid

 

Edificio de Telefónica. Gran Vía. Madrid

 

Red de San Luis y Telefónica. Madrid

 

Bombardeo a la Telefónica. Madrid

 

Plaza Mayor. Madrid

 

José Robles Pazos

 

José Robles Pazos

 

Alexander Orlov

 

El oro del Banco de España

 

Obra de John dos Passos, traducida por José Robles Pazos

 

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