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lunes 29 abril 2024
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Un toro de Peñaranda causó la muerte del diestro Pepe Hillo

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Un toro de Peñaranda causó la muerte del diestro Pepe Hillo

 

 

UN TORO DE PEÑARANDA DE BRACAMONTE MATÓ AL DIESTRO PEPE HILLO, INCUMPLIENDO LAS REGLAS DE SU PROPIO TRATADO ‘TAUROMAQUIA’

 

 

1.- La histórica cogida de Pepe Hillo

2.- El toro ‘Barbudo’ de raza Castellana

3.- La muerte de Pepe Hillo en los pinceles de Goya

4.- Las ganaderías de Peñaranda de Bracamonte

 

 

1.- LA HISTÓRICA COGIDA DE PEPE HILLO

Recién comenzado el siglo XIX, un hecho luctuoso conmovió a la afición taurina. Los medios de comunicación de la época, cuyo vehículo más rápido de difusión estaba representado por toscas láminas, lanzaban la noticia: “El séptimo toro de Peñaranda de Bracamonte, nuevo en esta Plaza de Madrid, dio muerte a José Delgado (Pepe Hillo), la tarde del 11 de mayo de 1801”, o esta otra: “José Delgado, alias Hillo. Muerte desgraciada. Día 11 de mayo de 1801”. La fatídica cogida vino de los cuernos del toro “Barbudo”, de la peñarandina ganadería de los hermanos José Gabriel y Luis Rodríguez de San Juan, en la citada fecha, a las cinco en punto de la tarde.

Se trataba de una corrida completa en la Plaza de toros de Madrid, que entonces se hallaba junto a la Puerta de Alcalá. Era la segunda de la temporada y se lidiaban 16 toros, 8 por la mañana y 8 ocho por la tarde. Los diestros que alternaban eran José Romero, Pepe Hillo y Antonio de los Santos. El morlaco negro zahíno llamado Barbudo que acabó con Pepe Hillo fue el séptimo de la tarde. Allí se encontraba como testigo de excepción la reina María Luisa, que dirigió una impresionante carta al valido Manuel Godoy describiendo lo acaecido aquella tarde.

José de la Tixera nos relata el suceso en una carta escrita dos días después, que se imprimió en Barcelona el mismo año: “Lo tanteó, citándole o llamándole la atención con la muleta. Se arrojó a darle la estocada a toro parado y lo introdujo superficialmente como media espada por el lado contrario o izquierdo. En este propio acto le enganchó con el pitón derecho por el cañón izquierdo de los calzones, y le tiró por encima de la espaldilla al suelo, cayendo boca arriba.

Bien porque el golpe le hizo perder el sentido o con el mucho con que pudo estar para conocer que en aquel lance debía quedar sin movimiento, es lo cierto que, careciendo de él, se mantuvo en dicha forma. Ínterin le cargó el toro con la mayor velocidad y, ensartándole con el cuerno izquierdo por la boca del estómago, le suspendió en el aire y, campaneándole en distintas posiciones como un pelele, le tuvo más de un eterno minuto, destrozándole en menudas partes cuanto contiene la cavidad del vientre y pecho, hasta que le soltó en tierra, inmóvil y con tan sólo algunos espíritus de vida, ésta la perdió enteramente en un cuarto de hora”.

El picador Juan López intentó el quite, sin caballo, sólo con la vara, pero resultó imposible. Fue el diestro Juan Romero de Ronda, hermano de Pedro Romero, quien tuvo que dar muerte al toro Barbudo mediante dos estocadas. Pepe Hillo falleció en la enfermería del Hospital General, donde ingresó agonizante. Fue enterrado en el atrio de la iglesia de San Ginés de Madrid. Sus restos fueron posteriormente trasladados a la cripta de dicho templo.

Pepe Hillo era natural de Sevilla y tenía 47 años en el momento de su muerte. Había aprendido con Joaquín Rodríguez Costillares. Tomó la alternativa en Málaga en 1774 del matador Juan Romero, hermano de Pedro Romero, con quien siempre sostuvo rivalidad. Era de temperamento fogoso y confianza imprudente. Siempre quiso aventajar a Costillares y a Pedro Romero, sus compañeros, lo que le llevó a abandonar las reglas de su propia obra Tauroamaquia. Nueve días antes de morir había firmado un contrato para cuatro corridas en Segovia para los meses de agosto y setiembre de aquel año.

 

2.- EL TORO “BARBUDO” DE RAZA CASTELLANA

El astado era un toro marrajo que arremetía a golpe seguro, de la vieja raza Castellana, hoy desparecida, cuyo difícil manejo les hacía inapropiados para la lidia. El dramaturgo Rosendo Arús y Arderiu decía que era un animal de gran tamaña: “El toro de Bracamonte es, más que toro, rinoceronte”. Era huidizo para los caballos. Fue picado por Juan López y banderilleado por Antonio de los Santos, Joaquín Díaz y Manuel Jaramillo. Pero, no doblegaba. Más bien, parecía haber sido toreado anteriormente.

Éste no fue el único acontecimiento protagonizado por la bravura de las ganaderías del campo peñarandino. Pocos días después, el 15 de junio de 1801, otro toro, esta vez de la ganadería de Vicente Bello, de Palaciosrubios, saltó al tendido de la Plaza de Madrid provocando la muerte de varios espectadores, entre ellos, el alcalde de Torrejón.

Los hechos suscitaron las iras de los partidarios de la fiesta nacional, principalmente encabezado por los clérigos y el propio Vaticano en los siglos XVI y XVII, y los ilustrados en el XVIII, quienes ya habían conseguido que en 1791 el rey Carlos IV prohibiera las corridas.

Precisamente, como respuesta a los enemigos del toreo, Pepe Hillo publicó en 1796 en Cádiz su obra Tauromaquia o Arte de Torear, en la que introdujo la suerte del capeo de espalda o “de frente por detrás”. En ella afirmaba su convicción de que el torero que dominase el arte era invulnerable ante el toro. Para ello, explicó las diversas suertes y los medios que debían de emplearse para evitar las cornadas, definiendo y sometiendo a reglas el arte de torear. Pero él mismo no debió hacerle mucho caso, porque sufrió veinticinco cogidas de gravedad. Se dice que Tixera fue quien le escribió la obra porque Pepe Hillo era casi analfabeto.

Su muerte supuso un paso atrás en la reputación de sus teorías. En Inglaterra se decía a quienes viajaban a Sevilla que no compraran el cuerno del toro que mató a Pepe Hillo, pues, al parecer, los turistas británicos iban buscaban dicho cuerno. Algunos avispados iban al matadero y compraban largos cuernos de buey, los pulían y se los vendían.

La fiesta cayó en el más absoluto de los descréditos, al que se sumó la ocupación francesa de 1808, que no la veía con buenos ojos. Tuvieron que pasar varios años hasta que fuera rehabilitada de nuevo mediante la creación de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla por real orden de Fernando VII el 28 de mayo de 1830.

 

3.- LA MUERTE DE PEPE HILLO EN LOS PINCELES DE GOYA

La casta y el trapío de los toros de Peñaranda de Bracamonte fueron fuente de inspiración para los artistas del siglo XIX. El suceso de la muerte de Pepe Hillo quedó plasmado en la Historia del toreo como “la cogida por antonomasia”. En los Anales del Toreo de Velázquez, éste afirmó que “es un asunto poético en nuestros días de endechas y estribillos populares”.

El pintor aragonés Francisco de Goya dibujó toros peñarandinos en su Tauromaquia de 33 estampas. De ellas, le dedicó dos al diestro sevillano, la 29: Pepe Hillo haciendo el recorte al toro, y la 33: La desgracia da muerte de Pepe HiIlo en la Plaza de Madrid. Goya insistiría en otras dos composiciones suyas que reflejan diferentes momentos de la cogida. La 21 es la denominada Desgracias acaecidas en el tendido de la Plaza de Madrid y muerte del alcalde de Torrejón. El pintor lo recogió con tal precisión que hay historiadores que opinan que se hallaba presente como un espectador más del festejo.

Esta serie data de 1816, pero entonces no fue publicada. Las planchas pasaron a la Academia de Bellas Artes de San Fernando después de la muerte del artista y la primera edición vio la luz en 1855.

 

4.- LAS GANADERÍAS DE PEÑARANDA DE BRACAMONTE

Estos y otros precedentes permiten afirmar que las primeras ganaderías de toros bravos no estuvieron originariamente asentadas en el Campo de Salamanca y en la comarca e Ciudad Rodrigo, como en la actualidad, sino en la de Peñaranda de Bracamonte.

Hay constancia de la adquisición de reses para Pamplona en repetidas ocasiones. En 1674, de la ganadería de Manuel González Reyero del Mercado; en 1685, de la de Antonio Anaya y, en 1686, de la de Francisco Hipólito Miranda. Para Madrid salieron de las de Rodrigo Cárdenas en 1617 y Francisco Hipólito Miranda en 1776. Otra afamada fue la de Andrés Montalvo de Santiago de la Puebla.

Durante el siglo XIX, la comarca estuvo salpicada de reses bravas. Villar de Gallimazo, Macotera o Mancera de Abajo fueron ejemplos de ello. La localidad de Salmoral fue famosa por sus pieleros, que se dedicaban al cultivo de pieles de becerro para la confección de votos camperos y de vaca par alfombras, cuyo oficio provenía de la existencia de ganado bravo en la zona.

Hoy las ganaderías han desaparecido y se han desplazado a otras partes de la provincia. Ha contribuido a ello el total arranque de las encinas y la roturación de unas tierras de buena calidad para la agricultura. Tan sólo se encuentran algunos ejemplares de moruchos en el Monte Arauzo, que mantiene el nostálgico recuerdo de la bella estampa del toro pastando en el campo.

 

 

Pepe Hillo haciendo un recorte. Goya

 

Cogida de Pepe Hillo por el toro ‘Barbudo’. Goya

 

Pepe Hillo en volandas entre los cuernos del toro. Goya

 

 

‘La Tauromaquia’. Goya

 

‘La Tauromaquia’ de Pepe Hillo

 

 

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