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lunes 7 octubre 2024
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Miguel de Unamuno y Joaquín Sorolla en Salamanca

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Miguel de Unamuno y Joaquín Sorolla en Salamanca

 

 

JOAQUÍN SOROLLA QUISO RETRATAR A MIGUEL DE UNAMUNO, PERO ÉSTE SE NEGÓ A POSAR. CUANDO  LUEGO ACCEDIÓ, YA ERA TARDE Y EL CUADRO QUEDÓ INCONCLUSO 

 

 

1.- El encargo de Archer Milton Huntington a Joaquín Sorolla

2.- Llegada de Joaquín Sorolla a Salamanca

3.- Joaquín Sorolla en Ledesma

4.- La cena de Miguel de Unamuno y Joaquín Sorolla

5.- Miguel de Unamuno y los pintores

6.- Indagaciones de Joaquín Sorolla en Salamanca

7.- El caso del tratadista taurino José María de Cossío

8.- Joaquín Sorolla en la Sierra de Francia

 

 

1.- EL ENCARGO DE A. M. HUNTINGTON A JOAQUÍN SOROLLA

En 1911, Joaquín Sorolla recibió del hispanista norteamericano Archer Milton Huntington el encargo de decorar la biblioteca de la Hispanic Society of América de Nueva York con catorce grandes paneles que ocuparían unas paredes de setenta metros de largo por cuatro de alto con motivos de la Historia de España.

En un principio, el artista no lo vio posible porque tendría que estudiar la Historia y pintar personajes y escenarios ficticios. Su estilo era el opuesto: pintaba al aire libre la realidad de lo que veía. Como alternativa, propuso a Huntington recoger el tipismo y la idiosincrasia española mediante una colección que se llamaría Visión de España. El mecenas  lo aceptó y firmaron en Paris el contrato el 28 de noviembre por el que Sorolla recibiría 150.000 dólares. El pintor asumía el compromiso de entregar el trabajo en cinco años. Pero lo tuvo que hacer en ocho porque aquella obra le fue minando la salud.

Huntington se había fijado en la obra de Sorolla cuando éste ya tenía un largo recorrido internacional, que comenzó con una primera exposición en 1906 en la galería Georges Petit de Paris. También llamó la atención del galerista inglés Leonard Williams, que le propuso otra exposición en 1907 en su sala de exposiciones de Londres. Allí llevó la colección de retratos de reyes e infantes españoles que había pintado en los jardines del Real Sitio de La Granja. La siguiente tuvo lugar en la misma ciudad el año siguiente en la sala Leonard William Grafton, a la que asistió el rey Alfonso XIII. El éxito obtenido le llevó a cruzar el Atlántico y a exponer en 1909 en Nueva York, donde su cuadro Aldeanos Leoneses, realizado en la zona de Astorga, le abrió las puertas en Buffalo y Boston. Igualmente, en 1911, en Chicago y Saint Louis. Ya en 1912, se dispuso a recorrer España para cumplir con el cometido de Huntington.

 

2.- LLEGADA DE JOAQUIN SOROLLA A SALAMANCA

El 28 de mayo, Joaquín Sorolla llega a Salamanca acompañado por tres discípulos: su sobrino José Benlliure Ortiz, el fotógrafo madrileño Fernando Domínguez Carrascal y el paisajista Alfredo Carreras Cuesta. Se alojan en el mejor establecimiento de la época, el Hotel del Comercio, situado en la Plaza de los Bandos (posteriormente adquirido por el Estado para la construcción del edificio del Banco de España). La ciudad no le era desconocida. Dos años antes ya había visitado algunos de sus monumentos con el mejor anfitrión, el arquitecto modernista Joaquín de Vargas y Aguirre, gran amante del arte de siglos pasados, acompañados por los hermanos pintores Valentín y Ramón Zubiaurre.

Entonces, Sorolla ya había sacado varias conclusiones. Una de ellas era que se había perdido lo que estaba buscando, el uso del traje charro negro, que daba distinción a quien lo llevaba. Incluso, sentenciaba: “Si en Salamanca todos vistieran con ese porte, los criminales no se distinguirían de los honrados”. Otra era que el órgano de la Capilla de Anaya de la Catedral Vieja, debería estar dentro de una vitrina, porque en unos años se perdería. Dicho órgano sigue estando hoy en las mismas condiciones que lo vio Sorolla. Finalmente, se refería al sepulcro central de la capilla de Santa Bárbara, del obispo salmantino Juan Lucero, que estaba tapado y consideraba que por su belleza debería ser accesible a la contemplación artística. Hoy, ya no está oculto.

También se lamentó de que le impidieran acceder al claustro del convento de las Dueñas. El obispo García Alcolea le manifestó que se necesitaría una autorización especial que no le podía facilitar por negativa del Nuncio del Vaticano, a pesar de que dichos consentimientos estaban siendo otorgados a otras personas sin ninguna cortapisa.

Esta vez se disponía de nuevo aquellas calles de nuevo. Por la mañana sus discípulos ya estaban en el hall del hotel esperando a Sorolla, que bajó vestido de gris y con un sombrero blanco. Se encaminaron hacia la calle Bordadores, donde admiraron casas señoriales como la de las Muertes y el Palacio de Monterrey. Tenía un especial interés por entrar en la iglesia de las Agustinas, para estudiar detenidamente el cuadro de la Purísima de su paisano José de Ribera y el estilo barroco italianizante del templo. Al ver los Santos que se situaban a los lados, comentó que tenían una importante capa de suciedad y que deberían ser tratados adecuadamente. Prosiguió por la Casa de las Conchas, la Clerecía y la Catedral, elogiando cada uno de los edificios monumentales que visitaba.

 

3.- JOAQUÍN SOROLLA EN LEDESMA

Por la tarde salieron hacia Ledesma, acompañados por Andrés Pérez Martín Cardenal, delegado del Patronato Regio de Turismo. Por el camino le atrajo su atención el monte de encinas, el extenso horizonte de la dehesa y el llamativo color violeta del cantueso. Cuando se aproximan al pueblo, la lejana vista del puente medieval sobre el río Tormes le recuerda a la ciudad de Toledo. Entran en la majestuosa iglesia de Santa María la Mayor y alaba su entorno gótico culminado por el castillo.

Pero Sorolla no encuentra lo que siempre persigue para sus cuadros, el tipismo. Por las calles no ve en las personas ningún atuendo que le recuerde a tiempos pasados. Tiene que entrar en una casa que le indican para rogar a dos señoras que se pusieran el traje charro para que las observara el pintor. Había recopilado mucha documentación sobre estampas típicas y vestimentas en desuso, pero se topa con que ya no existen y de que la charrería había terminado. Ya de vuelta a Salamanca, hacen una parada en Tejares, desde donde toma algunas notas del paisaje de Huerta Otea.

 

4.- LA CENA DE MIGUEL DE UNAMUNO Y JOAQUÍN SOROLLA

Llegada la noche, tuvo una cena en el hotel con el gobernador, Luis García Alonso, y con Miguel de Unamuno, a quien conocía de la vez anterior en que Joaquín de Vargas se lo había presentado, pues eran compañeros de juego en el Casino salmantino. Sorolla le comunicó a Unamuno que Huntington le había encargado que le hiciera su retrato para engrosar su colección de personas ilustres de su museo neoyorkino. Pero, inopinadamente, el Rector se negó a posar. Sorolla le insistió, añadiendo que en aquella su corta estancia en Salamanca era el mejor momento, luego, sería más complicado por falta de tiempo. Fue inútil. La negativa de Unamuno era firme.

En los mismos días, Huntington estaba en España y, en una visita privada de Madrid a Burgos, desvió su camino para ir a Salamanca y convencer a Unamuno. Tras hacerse de rogar, lo consiguió. E incluso hizo que el Rector se sintiera entusiasmado de que su retrato fuera expuesto en Nueva York a petición del propio Huntington y escribió: “Sorolla, el gran pintor valenciano, el que representa acaso el otro polo de la escuela española, tiene el encargo de Mr. Huntington de hacer otro retrato mío para el museo hispánico que en Nueva York sostiene ese benemérito y opulento hispanófilo, y estoy ansiado por ver cómo me deja cuando en otoño vuelva acá a hacerlo».

Sin embargo, ya era tarde. Sorolla comenzó el retrato, pero, sintiéndose muy estresado, tuvo que marcharse. Pasados unos días, Unamuno se preguntaba por qué Sorolla no volvía a Salamanca a finalizarlo. Aquel cuadro inacabado terminó en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Huntington no consiguió el retrato de Unamuno hasta el año 1925, pero, esta vez, de la mano de Ignacio de Zuloaga, que lo hizo en Paris, en 1924, durante el destierro del Rector, destacando dos pajaritas de papel que recuerdan su tratado de Cocotología.

Aquella cena en Salamanca tuvo una curiosa anécdota. Sorolla le comentó a Unamuno que en aquel hotel tan lujoso ponían pedazos de papel de periódico en el retrete y que era denunciable. “Es propio de un país de analfabetos”, le decía indignado. Consideraba antihigiénico el uso a posteriori de papel impreso con tinta de imprenta. Unamuno le indicó que el titular del hotel y el impresor de esos papeles eran la misma persona, Francisco Núñez Izquierdo, que también era el propietario de la imprenta de su nombre y de la librería-papelería que se hallaba en la calle Rúa, así como del periódico El Adelanto. Quizás eso lo explicaba todo.

El Hotel Comercio contaba con grandes habitaciones amuebladas con mobiliario estilo imperio y los platos de la carta se escribían en francés. En el salón de lectura había una gran mesa rectangular a dos aguas, con inclinación a ambos lados para facilitar la lectura de la prensa, que Sorolla aprovechaba a primera hora de la mañana para rematar algún boceto rápido.

 

5.- MIGUEL DE UNAMUNO Y LOS PINTORES

Unamuno apreciaba la pintura de Sorolla, pero mostraba reticencias hacia la concepción de España que se desprendía de sus pinceles: “pagana, en exceso alegre, y a pleno sol”, porque captaba la luz del Mediterráneo, las desenfadadas escenas en la playa del Cabañal de Valencia y los desnudos frente a la “austeridad, grave, trágica y católica” de Ignacio de Zuloaga, con quien Unamuno se identificaba.

Don Miguel comentaba: “En una de mis recientes conversaciones con Sorolla, que es, sin duda, el pintor español que más gusta en España y también el que gana más dinero con su arte, se me quejaba de esa predilección que parecen tener otros pintores por buscar lo trágico y lo triste de nuestra patria”. Y en otra ocasión: “Sorolla en sus excursiones artísticas a través de los campo y pueblos de España, ha creído comprender que la preocupación dominante de nuestro pueblo es el goce la mujer, o si se quiere, de la lascivia. Yo no lo entiendo así” 

El Rector tuvo grandes amigos pintores como Darío de Regoyos, Daniel Vázquez Díaz, y los hermanos sordomudos Valentín y Ramon Zubiaurre. Éste último le había retratado con la Universidad de Salamanca al fondo, al estilo austero del Greco con Toledo como tema. Pero, sin duda, era Zuloaga al que consideraba como un familiar y el antagónico de Sorolla. (Mucho cambió Unamuno su sentido del recato y la falta de él en Sorolla. En 1924, en su destierro de Fuerteventura, tomaba el sol completamente desnudo en la azotea de la casa donde se hospedaba, provocando las quejas de los vecinos que le veían de esa guisa).

 

6.- INDAGACIONES DE JOAQUÍN SOROLLA EN SALAMANCA

La actividad de Sorolla en la capital salmantina fue muy intensa, incluyendo una agotadora jornada en Candelario, donde admiró el rígido ropaje de colores vivos que portaban algunas mujeres coritas, con moños de picaporte aderezados con cintas. Sin embargo, no era suficiente para sus cuadros, el pintor seguía deplorando la desaparición del tipismo en la provincia.

Pero, alguien le saca de su decepción. Se trataba de Fernando Felipe Martín, periodista y profesor de la Escuela Normal de Magisterio, quien le convence de que visite al fotógrafo Venancio Gombau en su estudio de la calle Prior 18 para que le muestre sus trabajos por la provincia. Éste le enseña varias fotografías de la Sierra de Francia en tres dimensiones. Sorolla quedó asombrado de los personajes que estaba viendo y de la calidad de las imágenes, encargándole que le hiciera copia de todas ellas.

Primero, quiso estudiar aquellos tipos para luego, salir a buscarlos. La fotografía era para él una herramienta habitual de trabajo para recordar rostros y entornos, que parte de cuando, a los quince años, había entrado a trabajar en el estudio del renombrado fotógrafo valenciano Antonio García Peris, como iluminador y retocador de imágenes. La instantánea le permitía interrumpir su trabajo en espacios abiertos y seguir en el taller. Retenía con perfección los colores, el verde de la dehesa, los pardos de las encinas o el rojo de las cerezas que vio entre Miranda de Castañar y Sequeros. Más tarde, se casaría con Clotilde, la hija de Peris, a la que escribía diariamente. Gracias a ello conocemos los pormenores de su estancia en Salamanca como si se tratara de un diario de viajes.

 

7.- EL CASO DEL TRATADISTA TAURINO JOSÉ MARÍA DE COSSÍO

Sorolla recibe una inesperada oferta de la familia Pérez-Tabernero para ir a su finca de Villar de los Álamos en Aldehuela de la Bóveda, en plena dehesa charra. Hasta ese lugar se traslada acompañado por Lucía Sanchón, viuda de Fernando Pérez-Tabernero y su hija Felicidad. Allí trabaja durante seis días con inusitada rapidez al aire libre. Pinta seis figuras en tres cuadros de gran tamaño. A ratos veía capeas de toros bravos. También recibe la visita de Venancio Gombau, que realizó numerosas fotografías del artista de gran interés pictórico y etnográfico. Algunas de ellas fueron publicadas en la revista Nuevo Mundo captando al pintor en plena faena con los pinceles.

Sorolla recibió numerosas atenciones de la familia anfitriona. Felicidad le regaló un repujado traje charro como recuerdo. Meses después, la hija de los ganaderos fue noticia por un luctuoso suceso. Falleció repentinamente el día de la víspera en que su prometido iba a efectuar la petición formal de mano a la familia. Se trataba del vallisoletano José María de Cossío, Académico de la Lengua y autor del famoso Tratado de Tauromaquia, que entonces estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca y era alumno de Unamuno. Cossío quedó tan impresionado de aquel percance que decidió permanecer soltero para siempre.

 

8.- JOAQUÍN SOROLLA EN LA SIERRA DE FRANCIA

El día 9 de junio Sorolla sale de Villar de los Álamos con sus tres discípulos camino de la Sierra de Francia. Llega a Tamames, donde finaliza la llanura de encinas y alcornoques. Comienza la subida hasta la venta de Cerezeda de la Sierra, donde le esperaban las autoridades de Sequeros y de La Alberca con sus vecinos ataviados con los típicos trajes serranos y las artísticas monturas de sus caballos.

Por fin, Sorolla encuentra lo que estaba buscando, sintiéndose muy complacido. Se formó una comitiva que le acompañó hasta La Alberca, adonde llegó por la tarde acompañado por el Gobernador Civil, que aprovechó el recorrido por la zona para hacer un rentable acto político. El pueblo serrano le recibió en medio de un profuso lanzamiento de cohetes, repiques de campana y vistosos trajes ricamente adornados. En la plaza, con sus balcones adornados con coloridas colgaduras, se organizó un baile folclórico, de todo lo cual, Sorolla iba tomando buena nota. Tanto le agradó aquel vivo ambiente, que se quedó alojado en la casa del abogado salmantino Julián Mancebo Pascual, mientras pintaba tamborileros y personajes serranos.

En 1957, la fotógrafa Ruth Matilda Anderson recogió la descripción de muchos de ellos en su libro Trajes pintados por Sorolla en las provincias de España, en la que señalaba: “Los serranos ocasionalmente llevan calzones atados a la rodilla, pero los más representativos son los del tipo llamados bombachos con el extremo de la pernera ancha y cuadrada y con el largo hasta la mitad de la pantorrilla”.

Mientras tanto, Huntington había llegado a Salamanca para entrevistarse con Unamuno. Sorolla estaba exhausto de unas jornadas tan intensas y decidió dar por finalizado su trabajo para cambiar impresiones con el magnate. En su vuelta, en Sequeros fue recibido con otra fiesta en la que no pudo permanecer mucho tiempo. Siendo conocida la fluida relación que Sorolla mantenía con el Rey Alfonso XIII, por la faceta del monarca como mecenas en el mundo del arte, en todos los pueblos le rogaron que pidiera al monarca el arreglo de las carreteras de la Sierra desde Tamames y les pusiera una línea telefónica.

Una vez en Salamanca, se dispuso a regresar a Madrid el día 16 de junio, prometiendo volver en otoño para retratar a Unamuno y pintar un cuadro de la ciudad. Pero, ya no volvió. En 1920 sufrió un ictus, sin duda, debido al exceso de trabajo, que le hizo dejar inconclusas numerosas obras. Murió tres años después. El recuerdo del paso de Sorolla por Salamanca hoy se mantiene vivo en la Casa Museo de Madrid.

(Fotografía portada. Autorretrato de Joaquín Sorolla)

 

 

Autorretrato de Joaquín Sorolla

 

Clotilde García, esposa de Sorolla

 

Milton Archer Huntington (Hispanic Society of America)

 

Mural de Joaquín Sorolla en el Hispanic Society of América

 

Retrato inacabado de Miguel de Unamuno. Joaquín Sorolla

 

Miguel de Unamuno e Ignacio Zuloaga en el Retiro de Madrid (gredos.usal.es)

 

Miguel de Unamuno. Ignacio Zuloaga

 

 

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Hispanic Society of America  –  Museo Nueva York

 

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