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lunes 7 octubre 2024
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La Barbuda de Peñaranda y el cartujo

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La Barbuda de Peñaranda y el cartujo

  

 

EL CUADRO DE LA BARBUDA DE PEÑARANDA PASABA DE MANO EN MANO POR SU CARACTER MORBOSO. PARADÓJICAMENTE, SU AUTOR FUE UN MONJE CARTUJO

 

 

1.- El cuadro del cartujo

2.- La Barbuda de Peñaranda  

3.- La Barbuda en la Literatura. 

4.- Las copias del cuadro

5.- El original.

 

 

1.- EL CUADRO DEL CARTUJO

En 1603, el toledano Juan Sánchez Cotán, pintor acomodado y sin dificultades económicas, ingresó como hermano lego en la Cartuja de Granada. Cumpliendo con la regla de San Benito, previamente tuvo que desprenderse de su patrimonio para llevar a cabo una vida dedicada a la oración dentro de una absoluta pobreza. Su condición fue la más humilde, entregándose por completo al servicio de la comunidad, realizando todo tipo de trabajos que iban surgiendo en el mantenimiento del monasterio.

A los dos años fue enviado a la Cartuja de El Paular, en la Sierra de Madrid, donde pintó numerosos cuadros. Muchos se perdieron, aunque varios de ellos se muestran en diversos museos europeos. Otros, como algunos de sus cotizados bodegones, han ido apareciendo en Christie´s, la casa de subastas londinense . Posteriormente, Cotán volvió a la Cartuja de Granada, donde dejó una gran cantidad de obras.

En ese trance, reparte su hacienda entre la familia y dona una colección de cuadros a su amigo Juan Gómez, pintor de cámara de El Escorial y padre del arquitecto Juan Gómez de Mora. El inventario contenía 60 pinturas, de las que 11 eran retratos, 9 bodegones y, el resto, de carácter religioso. Cuadros en los que deja ver la influencia recibida de los pintores del Real Sitio, el propio Juan Gómez y, sobre todo, su maestro Blas de Prado.

Pero no recibió ninguna de El Greco, a pesar de que mantuvieron estrechas relaciones, como demuestra que éste figuraba en el capítulo de deudores a Cotán en la citada relación de bienes de 1603. No obstante, Cotán y El Greco tuvieron algo en común, ninguno de los dos fue admitido por Felipe II como pintores de la Corte y, por otro lado, Cotán era natural del pueblo de Orgaz, lo que evoca al Entierro del Conde de Orgaz, obra maestra de El Greco.

 

2.- LA BARBUDA DE PEÑARANDA

Entre esos cuadros se hallaba el retrato La Barbuda de Peñaranda, un óleo sobre lienzo, hoy expuesto en el Museo del Prado, una pintura que no cesó de pasar de casa en casa, posiblemente, por el morbo que producía en quien lo observaba, pues era un caso de ambigüedad humana. Se trata de una mujer, ataviada con corpiño y cofia, que padecía hirsutismo, una alteración del organismo que le daba aspecto de hombre, debido al crecimiento de la barba y de una calvicie varonil.

¿Quién era el personaje? Poco se conoce de ella, apenas, que se llamaba Brígida del Río. Cuando Cotán la retrató tenía cincuenta años y estaba al servicio de la Corte sin más ocupación que la de dejarse ver. Se sabe que vivió de exhibirse en público como un fenómeno de la naturaleza en Madrid y Valencia de la mano de algún protector. En El Escorial figuraba entre el grupo de los que no tenían ningún cargo, que cobraban en “cera para las lámparas, vestidos y pan”.

Su retrato fue encargado por Felipe II y realizado durante una breve estancia de Cotán en el Real Monasterio. Pero el Rey se desprendió enseguida de él, posiblemente porque le traía a la mente a su padre, Carlos V, quien prefería tener bufones que entretenían y le asesoraban, como el cronista bejarano Francesillo, pero reprobaba estar rodeado de seres extraños por un mero interés malsano.

En cuanto al lugar de nacimiento de la mujer barbuda, para Jesús Urrea Fernández, catedrático de Arte de la Universidad de Valladolid, no hay duda de que era castellanoleonesa, bien salmantina, de Peñaranda de Bracamonte, o burgalesa, de Peñaranda de Duero. Esta última localidad es la más probable en atención a su apellido. En el siglo XVI y con posterioridad, se utilizaban apodos y otras denominaciones para distinguir a los del mismo nombre, que terminaban por convertirse en apellido. En este caso, es evidente que Brígida del Río, se refería a la del río Duero. Por otra parte, el ilustrado Antonio Ponz, Académico de la de Historia, afirma que vivía en Segovia, de donde Felipe II la llevó a El Escorial en atención a la rareza de su cara. Lo único evidente es la reseña que el propio Sánchez Cotán dejó en un ángulo superior del cuadro: “Brígida del Río. Peñaranda. De edad 50 años. 1590”. Con ello dejaba constancia de la existencia real de la retratada y de que no era un hombre, sino una mujer.

 

3.- LA BARBUDA EN LA LITERATURA

La Barbuda fue un personaje del pueblo, un recurso fácil para los escritores del Siglo de Oro. Aparece en el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, dentro del mundo de la picaresca entre tipos descarnados. También en Alonso, mozo de muchos amos, autobiografía de Jerónimo de Alcalá, que la encuadra en el ambiente pícaro de Segovia. Sebastián de Covarrubias la menciona en el vocablo barba, en su diccionario El Tesoro de la Lengua Castellana, al decir: “En nuestros tiempos hemos visto a la barbuda de Peñaranda… a la mujer barbuda, de lejos la saluda”, e incluye su imagen en uno de los grabados de su obra Emblemas Morales. También Quevedo la cita en su poema A la Barba de los Letrados, una sátira contra los leguleyos de su tiempo. E incluso, Cervantes la menciona en la segunda parte de El Quijote dentro de la categoría que en aquella época se conocía como gentes de placer. Lo que da una idea de la popularidad de Brígida del Río.

 

4.- LAS COPIAS DEL CUADRO

El soterrado interés por lo extravagante afloraba cuando fallecían ciertas personalidades. Al confeccionar el inventario de sus bienes aparecían copias y réplicas del retrato de Cotán realizadas por pintores secundarios o anónimos. Tal fue el caso de Juan de Ribera, arzobispo de Valencia, conocido como “el Patriarca”, que en 1611 poseía otro retrato de la Barbuda en su palacete de recreo denominado la Casa del Huerto, hoy en la calle Alboraya de la capital del Turia. El prelado, que era gran aficionado por la naturaleza y la investigación científica, atesoraba cuadros de especies de animales exóticos.

Pero, además, junto a la entrada del citado lugar de ocio, tenía este otro retrato que él había encargado, pagando a Brígida del Río durante una estancia en Valencia en 1591, un año después del de Cotán. El historiador de Arte Fernando Benito justificó la presencia de la pieza entre el patrimonio del arzobispo como “un elemento más en aquel gabinete de curiosidades” y “una mera información de un fenómeno de la naturaleza”. Pero, no fue la única réplica. En 1659 se halló otro retrato, hoy desaparecido, perteneciente a Antonio Álvarez Osorio, Marqués de Astorga. En estos casos, el tamaño de los cuadros era inferior al de Sánchez Cotán del Museo del Prado.

 

5.- EL ORIGINAL

Todos querían poseer el cuadro de Cotán, pero por poco tiempo. Dada la anomalía de la naturaleza que representaba, suscitaba las habladurías de las gentes acerca del eventual propietario. Esto hizo que de forma inusual pasara de unas manos a otras hasta terminar engrosando las colecciones reales. Siglo y medio después, Antonio Ponz, en su Viaje a España da fe de que el cuadro de la Barbuda se hallaba en la Real Quinta del Monte de El Pardo. Dicho palacete, de estilo semejante al de La Zarzuela, era propiedad de Alonso Manrique de Lara, Duque del Arco, favorito principal y compañero íntimo del rey Felipe V, que le nombró Caballerizo Mayor. Tras su muerte, la viuda, María Ana Enríquez, donó las pertenencias de su marido al Monarca, para que las incorporara al Real Sitio de El Pardo, del que hoy forma parte la Quinta. En la donación iba incluido el cuadro de la Barbuda.

En 1931, José Moreno Villa, director del Archivo del Palacio Real en la República (entonces Palacio Nacional), realizó un catálogo de las 123 personas raras que habían existido en la Corte desde 1563 hasta 1700, sin que constara la biografía de ninguna. En él aparece Brígida del Río de la que sólo se conoce que se exhibía en Madrid el año en que fue retratada. Moreno publicó sus trabajos una vez exiliado en México, donde se preguntaba: “¿Qué sentido tenía todo esto? Era repugnante”.

Para Villa, la explicación es que el retrato le gustaba a los Reyes porque les enaltecía a ellos mismos. Paradigmático era el cuadro de Las Meninas de Velázquez, donde Mari Bárbola, una alemana afectada de enanismo e hidrocefalia, aparece junto a la Infanta Margarita, de cinco años, haciendo resaltar por contraste la belleza de la niña. El archivero encontró en los libros de cuentas otras excentricidades relacionadas con animales, como ésta: “Vestido para la mona: dos varas de raso verde y manto amarillo labrado, para una saya a una mona que Su Alteza mandó”.

Ulteriormente, los estudiosos de la Barbuda de Peñaranda prefirieron declarar el retrato como de autor anónimo. Durante la Guerra Civil, el ingeniero Rafael Cavestany hizo un estudio del Inventario de Sánchez Cotán de 1603, realizado por el escribano Díaz de Segovia, que se encontraba en el Archivo de Protocolos de Toledo, sin mencionar la autoría del cuadro. Y, el que luego fuera director del Museo del Prado, Francisco Javier Sánchez Cantón, en su obra Barbas Femeniles llama al retrato “extravagancia causante de regocijo” y optó por clasificar el cuadro como anónimo, porque no era propio de un monje cartujo como Sánchez Cotán.

Más recientemente, en 1972, los historiadores de Arte Diego Angulo Íñiguez y Alfonso Pérez Sánchez confirman en su Historia de la Pintura Española que Sánchez Cotán era el autor del cuadro y manifiestan que “muestra bien la objetividad, a pesar de lo ingrato del modelo”. En los últimos tiempos, el retrato había permanecido varios años en el Museo de San Sebastián, hasta que en 1966 fue llevado definitivamente al Museo de El Prado. Parece que, por fin, tiene un emplazamiento estable.

En algo coinciden todos los críticos de Arte: entre la ingente obra religiosa del cartujo Sánchez Cotán, la Barbuda de Peñaranda fue un paréntesis. Fernando Rodríguez de la Flor, catedrático de la Universidad de Salamanca, ha comentado: “La Barbuda de Peñaranda mostrará el reverso de todas esas vírgenes que Sánchez Cotán pintó a lo largo de su vida. Una suerte de anti virgen que revela en su condición de anómala el dominio de la lujuria y de lo demoníaco, así como la manifestación de lo puro y lo arcangélico”.

(Foto portada. La Barbuda de Peñaranda. Museo del Prado)

 

 

El cartujo Juan Sánchez Cotán

 

Reseña en el cuadro

 

La Barbuda de Peñaranda.  Museo del Prado

 

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