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Béjar, Unamuno, Blázquez de Pedro, Dorado Montero…

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Béjar, Unamuno, Blázquez de Pedro, Dorado Montero…

 

 

BLÁZQUEZ DE PEDRO MANTUVO UNA DIFÍCIL AMISTAD CON UNAMUNO

 

 

1.- Sucesos en la Universidad de Salamanca  

2.- Miguel de Unamuno en Béjar  

3.- Excursionismo de Unamuno  

4.- Miguel de Unamuno en un homenaje

 

 

1.- SUCESOS EN LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

Una vez retornado de la Guerra de Cuba en 1898, el escritor bejarano José María Blázquez de Pedro inició estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Salamanca, donde tuvo una cercana relación con catedráticos como Unamuno, Domingo Miral López y Luis Rodríguez Miguel, que no siempre fue óptima. Hubo altibajos. El 31 de marzo de 1903, en medio de una algarada de estudiantes, uno de ellos fue detenido y apaleado en las dependencias del Gobierno Civil por las fuerzas del orden. Dos días después, el movimiento Unión Escolar organizó una manifestación, que fue duramente reprimida por la Guardia Civil con el resultado de dos universitarios muertos, Hipólito Vicente García y Federico García Gómez, uno dentro del edificio de la Universidad y el otro en el Patio de las Escuelas Menores, alumnos de Derecho y Medicina respectivamente. Los disparos se produjeron en el atrio de la Catedral, delante del Palacio de Anaya y junto a las aulas, presenciándolo Unamuno, Domingo Miral y el propio Blázquez de Pedro.

Como resultado, se desató una oleada de disturbios en la ciudad, que el Rector no conseguía detener. Los estudiantes se mostraron desafiantes ante el Gobierno Civil profiriendo insultos a su titular, Joaquín Velasco, y al ministro Antonio Maura, al que llamaban máuser, por la marca de los rifles causantes de las muertes. Unamuno les conminaba a cesar en la protesta, pero se sentía impotente: “Proceded con prudencia… Os ruego que depongáis toda actitud levantisca… Tenemos como vuestra la ofensa que habéis recibido… Retiraos a vuestras casas, que ya mañana mismo (Viernes de Dolores) empiezan las vacaciones de Semana Santa”, les conminaba inútilmente.

Alentados por Blázquez de Pedro, los estudiantes contactaron con las organizaciones obreras y convocaron manifestaciones por todo el país. En el Congreso de los Diputados tuvo lugar un violento debate con alcance nacional nacional. Las autoridades dieron la orden de encarcelamiento para dieciséis universitarios, entre ellos, Filiberto Villalobos y Federico de Onís, quienes, finalmente, tuvieron que ser liberados porque el Gobierno estuvo a punto de caer.

Blázquez de Pedro asistió, junto a los estudiantes, al entierro de las víctimas en el cementerio de Salamanca, profiriendo eslóganes antigubernamentales. Al día siguiente, de nuevo acudieron con idénticas maneras adejar unas flores. En Béjar también participó en una multitudinaria manifestación obrera y publicó el primer número de su periódico La Dinamita, con un artículo titulado Horribles Asesinatos, que invitaba a la insurrección. A partir de entonces, De Pedro pretendió unir los movimientos obrero y estudiantil. El 1 de mayo, llevó a los estudiantes a celebrar la Fiesta del Trabajo junto con los obreros en Salamanca. Esta deriva agitadora del bejarano, poco prudente para la comunidad universitaria, alarmó a la institución.

Para más inoportunidad, había publicado su obra Latidos, una colección de 200 versos, que a su ruego había prologado Luis Rodríguez Miguel, catedrático de Literatura. A consecuencia de la revuelta, éste quiso retirar el prólogo porque le desacreditaba. Pero, no pudo conseguirlo, porque el libro ya había salido de la imprenta. El poemario fue mal recibido por la crítica, siendo la más favorable la de El Adelanto por no desmerecer al catedrático. En la calificación que propinó a la obra su director, Francisco Núñez Izquierdo, señalaba: “La obrita revela favorables disposiciones en su autor para mayores empresas”. Por su parte, El Lábaro añadió: “Tiene el Sr. Blázquez condiciones para algo más serio y de más brío”.

Ese rechazo de la prensa salmantina siguió repitiéndose cada vez que aparecía un nuevo libro del bejarano. En 1906, Rodríguez Miguel reiteró: “En Béjar publicó unas poesías coleccionadas con el título de Rebeldías Cantadas, el que fue alumno de esta Universidad Sr. Blázquez de Pedro. Bien le está el título. Aquello es una rebeldía en forma y contra le Estética. Se equivoca mi discípulo si cree que puede ser poeta el que pone a sus poesías los títulos Mis Odios, ¡Pueblo Inmoralízate!, el que canta al bandido y alega que en el mundo no existe la virtud. Ni como arte, ni como recurso poético pueden admitirse ciertas hipérboles”. Blázquez de Pedro consideró que había sido víctima de una injusticia y tomó la decisión de que, en lo sucesivo, nadie prologaría ningún libro suyo. De esta manera, en obras posteriores insertaba la muletilla “Sin prólogo ajeno”.

 

2.- MIGUEL DE UNAMUNO EN BÉJAR

A falta de dos años para acabar la carrera, tuvo que abandonar la Universidad por el mal ambiente que él mismo había creado en su entorno y regresó a Béjar. Unamuno acudió a la ciudad textil algunos meses después, para inaugurar el curso de la Escuela Industrial, en la nueva ubicación del Convento de San Francisco, en compañía del director y amigo suyo Marcelino Cagigal Valdés. En el acto, que comprendía el discurso y la colocación de una placa conmemorativa de la presencia del Rector, éste evitó hablar con Blázquez de Pedro, que allí se encontraba. Aún tendría que pasar algún tiempo hasta que se restañaran las heridas.

Con Unamuno siguió habiendo reticencias por el procesamiento de Ferrer Guardia, pues, mientras Blázquez de Pedro salió en defensa del anarquista, el Rector, por el contrario, le reprobaba. Le calificaba de “monomaníaco con delirios de grandeza” por haber promovido la Escuela Moderna de Barcelona, que consideraba un disparate pedagógico. Sin embargo, más tarde, se vio en la tesitura de hacer entrega a Blázquez de Pedro de un primer premio ganado en la disciplina de Dibujo Artístico, que la Escuela Industrial impartía dentro de la enseñanza nocturna y, ocasionalmente, volvieron a coincidir. Fue un momento para limar asperezas.

En el siguiente curso, Unamuno volvió al acto de inauguración en la Escuela invitado por Marcelino Cagigal. La visita se producía en medio de un escenario tenso de continuas huelgas, que el propio De Pedro azuzaba mediante mítines en la ciudad. Ello no obstaculizó el ceremonial académico, contando con representantes de todas las corporaciones y sociedades bejaranas. El Rector pronunció un medido discurso en el que elogió las instalaciones y a las personalidades asistentes, ensalzando que, por primera vez, las aulas fueran compartidas por los hijos de los patronos y de los obreros, e hizo votos para que se reanudara el trabajo en las fábricas cerradas.

La mediación de Unamuno en los conflictos laborales bejaranos fue frecuente. En la apertura de curso en octubre de 1908, dio una conferencia vespertina en la Escuela exponiendo su teoría sobre la huelga, que tuvo la oportunidad de poner en práctica allí mismo. Afrontó el conflicto abierto entre las dos partes contendientes, exponiéndoles su postura como antesala de la negociación: “No debe intervenir para nada el amor propio, y sólo el resultado de los cálculos numéricos que cada cual por su parte haga”, les dijo. Actuó con tacto y dio algunos consejos a ambas partes, que dieron fruto por su autoridad moral. En su presencia, patronos y obreros cedieron posiciones y aceptaron entablar las negociaciones que pondrían fin a la huelga. Sin duda, otra lección académica del Rector, que Blázquez de Pedro contempló atónito en medio de aquella enconada situación.

 

3.- EXCURSIONISMO DE UNAMUNO

El rey Alfonso XIII había descubierto la belleza inexplorada de la Sierra de Gredos, por sus paisajes y potencial cinegético. En 1904 ordenó la protección de la cabra hispánica en su doble faceta de reproducción y posterior caza equilibrada con el medio natural. El municipio de Candeleda cedió un terreno para el coto real y construyó un camino de acceso hacia lo que hoy forma parte del Parque Nacional de Gredos. La iniciativa impulsó una ruta de montaña y culminó con la creación de la Comisión Regia de Turismo, a cargo del Marqués de la Vega Inclán, que construyó el primer Parador Nacional en Navarredonda de Gredos, cuya decoración estuvo a cargo de Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez. En 1911, el Rey realizó la primera cacería mayor, que tuvo gran difusión en los medios de comunicación, lo que despertó el interés de la población cercana sobre los atractivos que guardaba el Macizo Central.

Uno de los primeros en acudir a la llamada de la naturaleza fue Unamuno, que ese año siguió los pasos del monarca. Pero, en su afán republicano, quiso superarle llegando al Pico Almanzor, el más elevado de aquel territorio. Don Miguel narra la travesía en su obra Visiones y andanzas españolas. Ascendió acompañado por sus amigos Marcelino Cagigal y Eudoxio Castro, abogado y pariente del penalista Pedro Dorado Montero, partiendo de El Barco de Ávila para seguir por la garganta de Bohoyo. Acamparon dos noches en el entorno del glaciar del Circo de Gredos, pasaron por la Laguna Grande y el Ameal de Pablo, hasta llegar a la cumbre, desde cuyos canchales avistaron los pueblos de la Vera extremeña.

El Ayuntamiento de Béjar no permaneció impasible ante esta moda. Bajo la divisa de que “la naturaleza había colocado este oasis a las puertas de las ardientes tierras extremeñas, para que sirviera de fresco jardín a los habitantes de Extremadura, Andalucía y Castilla”, convocó una reunión en la Cámara de Comercio, presidida por el alcalde, Pedro González Bolívar, y representantes del comercio, la industria y sociedades obreras. De ella surgió el Sindicato de iniciativas, turismo y veraneo y una Junta de Fomento de Turismo para promover la ciudad y comarca en todos los aspectos. El primer objetivo fue que cien familias veranearan en la ciudad, que dejarían 150.000 pesetas en temporada alta. Habría que darles alojamiento en fincas de recreo vacías y pisos que gente acomodada pudiera alquilar, o entre familias que acogieran huéspedes, a la usanza de Baños de Montemayor. Por su parte, Blázquez de Pedro hizo lo propio y también organizó varías rutas a través del Ateneo Bejarano que él mismo coordinaba para recorrer aquella zona de la sierra, lugares como la Peña de los Ladrones, la Peña Negra, la Laguna del Trampal o el Pico Calvitero.

 

4.- MIGUEL DE UNAMUNO EN UN HOMENAJE

El filósofo Nicomedes Martín Mateos no había tenido un merecido homenaje de sus paisanos tras su fallecimiento. Hijo de tejedores, estudió en el Seminario de Plasencia y la Diputación de Salamanca le costeó los cursos de Bachillerato y la carrera de Leyes en la Universidad salmantina. Fue un avezado abogado, llevando pleitos contra el Duque de Béjar, por conflictos de señorío, y contra los regantes de Candelario, por su restrictivo uso del agua del río Cuerpo de Hombre, que impedían que el caudal llegara con fuerza suficiente para mover los telares del textil bejarano. Posteriormente, desempeñó el cargo de juez de Peñaranda de Bracamonte y Registrador de la Propiedad en su ciudad natal. Tan sólo la Diputación de Salamanca había encargado un busto suyo al escultor Mateo Hernández en el tiempo en que éste estuvo becado por la corporación provincial.

Por ello, el 20 de abril de 1912, un importante número de bejaranos acudió al Ateneo a una velada de rememoración, programada por su presidente, Blázquez de Pedro, que ya le había dedicado un número extraordinario de la revista Cultura y Tolerancia, para lo que quiso contar con los mejores conferenciantes, entre ellos, el insigne penalista Pedro Dorado Montero y Miguel de Unamuno, dos polemistas impenitentes que no se excedieron en palabras de alabanza.

Dorado recordó que había conocido a don Nicomedes en su adolescencia, durante la inauguración del curso académico del Colegio de Enseñanza Secundaria de Béjar, donde el prócer era presentado como nuevo docente. “Hasta entonces no había habido allí nada parecido y se le dio cuanta solemnidad le fue posible, con su correspondiente música, con asistencia de las autoridades locales y con el adorno de damas, cintajos y otros requilorios que en esos casos son de rigor”, decía Dorado en su intervención. Éste evocaba la idea central del discurso que entonces dio don Nicomedes: “La fuente de todo nuestro saber y el centro de nuestra vida mental está en el alma”. A lo que el penalista refutaba: “No está mal. Sólo que la Inquisición tiene sus inconvenientes y corremos el riesgo de no lograr lo que perseguimos. Y, a fin de cuentas, y esto sí que es lo peor y más terrible, suponiendo que alcanzáramos mucho saber, y que nuestra dominación mental fuera absoluta, o poco menos, ¿echaríamos con ello un garbanzo más o poco menos en nuestro puchero?”. Y por su parte, Unamuno también comenzó puntualizando de aquella guisa: «De don Nicomedes no conozco nada más que el nombre, absolutamente nada más…»

(Unamuno acostumbraba a este tipo de evasivas intempestiva. En julio de ese mismo año, el diario El Adelanto publicó un número monográfico con motivo del primer centenario de la Batalla de Arapiles, invitando a prestigiosos salmantinos a que colaboraran en él. A su demanda respondió un buen número de intelectuales, que el periódico agradeció denominándoles “insignes personalidades que avaloran con sus firmas nuestro extraordinario”.  En contraste con los eruditos artículos que escribieron dichos autores, Unamuno tan sólo se despachó con una nota que decía: “Nada puedo decir de la Batalla de Arapiles, por ser uno de los sucesos de nuestra historia nacional de que tengo más oscura y más ciega noción, y no es cosa de ponerse uno a estudiarla a trompicones no más que para decir algo de ella)

(Foto portada. Panorámica de Béjar)

 

 

Miguel de Unamuno

 Pedro Dorado Montero

      José María Blázquez de Pedro

 

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